Terrorismo
Entiendo que haya quien se queje de que organizaciones o gobiernos terroristas puedan ser considerados como no terroristas o actores de buena fe por razones de conveniencia y pragmatismo políticos, pero no entiendo el que las personas se quejen de que una organización que sí es terrorista, como las FARC, sea catalogada como tal, cuando por hechos merece ese mote con creces. Entiendo que se denuncie un error, pero no un acierto. Estoy esperando a que Chávez nos explique a todos por qué "la FAR" no son terroristas.
Hay quienes dicen que porque las FARC o el ELN TAMBIÉN -he aquí una de aquellas conjunciones- tienen o tuvieron motivaciones también políticas. La conclusión sería que las guerrillas no son sólo organizaciones terroristas, aunque también lo sean.
A = X es política.
B = X es terrorista.
A Y B. A AND B.
¿Por qué en este caso A tiene que suponer no-B? El mejor ejemplo de la inconveniencia de la legitimación o desaparición como por arte de magia del terrorismo cuando este se recubre de verborrea política, lo hemos tenido frente a las narices en el caso de los paramilitares, cada vez que parecía que estuviésemos mandándoles el siguiente mensaje: Declárenle la guerra al estado para que puedan obtener beneficios políticos, puesto que defender al estado es necesariamente delincuencia común y corriente.
Lo que entiendo se les endilga a los paramilitares cuando se les considera delincuentes comunes, es que PRIMERO fueron ejércitos mercenarios al servicio de los narcotraficantes que después se hicieron ellos mismos narcotraficantes y terratenientes, y los cuales en algún momento se revestieron del discurso contra-insurgente de las contraguerrillas del ejército, para acceder a lo que el narcotráfico siempre ha perseguido desde las épocas del imbécil de Pablo Escobar: el cambio del ordenamiento jurídico del país que les permita disfrutar de reconocimiento y de unas platas gigantescas, por la vía de los sobornos, las balas y las bombas. Eso cuando no se trató simplemente de narcotraficantes que compraron ejércitos para luego y casi inmediatamente después, acceder a los beneficios de una ley de paz y lograr el mismo viejo objetivo narco, en una burla de escala nacional.
Si bien el discurso y las supuestas motivaciones políticas oportunamente presentadas no hacen desparecer las atrocidades cometidas y el terrorismo -el ataque indiscriminado a la población civil para intimidarla o la aceptación desvergonzada de lo inevitable de los daños colaterales- estos sí deslegitiman y condenan al sin-sentido toda lucha política o discurso con alguna pretensión de altruismo. Ahora bien, que las FARC sean terroristas no quiere decir que no sean, o por lo menos no hayan sido PRIMERO, en sus remotos orígenes, políticas o más bien político-económicas, puesto que nacieron de conflictos agrarios, problemas de repartición de tierras, a lo mejor muy particulares, cuyas consecuencias hemos estado los colombianos condenados a padecer por décadas. Sólo que se trata de una política y unas causas devaluadas por cuenta de la atrocidad y a las cuales los colombianos estamos de acuerdo en no otorgarle legitimidad, aunque sea por razones netamente pedagógicas: No mandar mensajes equivocados a las generaciones futuras.
¿Y entonces qué, que se pudran los secuestrados en la selva, dado que las FARC exigen que se les deje de llamar terroristas a cambio del botín humano que sin reparo utilizan? Las FARC y el Re-presidente de Venezuela nos piden que mintamos, que nos tapemos los ojos, cedamos al chantaje y activemos un mecanismo jurídico que los catapulte a la obtención de toda clase de beneficios jurídicos ¿Toda clase de beneficios jurídicos? ¿Hasta cuando? Un año parece ser el plazo a partir del cual la globalización de la justicia empezará a cobijarnos con sus mieles. De todos modos, yo no le temería a un diálogo inteligente con la guerrilla. La Colombia democrática avanza con resultados en temas sociales ¿Qué tiene la guerrilla para mostrar en ese sentido? Sólo desmoronamiento moral por cuenta del narcotráfico, la extorsión y la atrocidad, y tropas alienadas. Lo único que sé es que de aquí en adelante toda mesa de diálogos, zona de encuentro o intercambio humanitario debe tener como consigna una pregunta, esta pregunta: ¿Cómo evitar que los mismos males que hoy padecemos se vuelvan, una vez más, a reciclar en Colombia amparados en algún cuerpo de justificaciones?
No es justo pedirle a un ser humano que se deje morir sin más, pero no es posible realmente obligar a un ser humano a matar, ni mucho menos a civiles indefensos.
Hay quienes dicen que porque las FARC o el ELN TAMBIÉN -he aquí una de aquellas conjunciones- tienen o tuvieron motivaciones también políticas. La conclusión sería que las guerrillas no son sólo organizaciones terroristas, aunque también lo sean.
A = X es política.
B = X es terrorista.
A Y B. A AND B.
¿Por qué en este caso A tiene que suponer no-B? El mejor ejemplo de la inconveniencia de la legitimación o desaparición como por arte de magia del terrorismo cuando este se recubre de verborrea política, lo hemos tenido frente a las narices en el caso de los paramilitares, cada vez que parecía que estuviésemos mandándoles el siguiente mensaje: Declárenle la guerra al estado para que puedan obtener beneficios políticos, puesto que defender al estado es necesariamente delincuencia común y corriente.
Lo que entiendo se les endilga a los paramilitares cuando se les considera delincuentes comunes, es que PRIMERO fueron ejércitos mercenarios al servicio de los narcotraficantes que después se hicieron ellos mismos narcotraficantes y terratenientes, y los cuales en algún momento se revestieron del discurso contra-insurgente de las contraguerrillas del ejército, para acceder a lo que el narcotráfico siempre ha perseguido desde las épocas del imbécil de Pablo Escobar: el cambio del ordenamiento jurídico del país que les permita disfrutar de reconocimiento y de unas platas gigantescas, por la vía de los sobornos, las balas y las bombas. Eso cuando no se trató simplemente de narcotraficantes que compraron ejércitos para luego y casi inmediatamente después, acceder a los beneficios de una ley de paz y lograr el mismo viejo objetivo narco, en una burla de escala nacional.
Si bien el discurso y las supuestas motivaciones políticas oportunamente presentadas no hacen desparecer las atrocidades cometidas y el terrorismo -el ataque indiscriminado a la población civil para intimidarla o la aceptación desvergonzada de lo inevitable de los daños colaterales- estos sí deslegitiman y condenan al sin-sentido toda lucha política o discurso con alguna pretensión de altruismo. Ahora bien, que las FARC sean terroristas no quiere decir que no sean, o por lo menos no hayan sido PRIMERO, en sus remotos orígenes, políticas o más bien político-económicas, puesto que nacieron de conflictos agrarios, problemas de repartición de tierras, a lo mejor muy particulares, cuyas consecuencias hemos estado los colombianos condenados a padecer por décadas. Sólo que se trata de una política y unas causas devaluadas por cuenta de la atrocidad y a las cuales los colombianos estamos de acuerdo en no otorgarle legitimidad, aunque sea por razones netamente pedagógicas: No mandar mensajes equivocados a las generaciones futuras.
¿Y entonces qué, que se pudran los secuestrados en la selva, dado que las FARC exigen que se les deje de llamar terroristas a cambio del botín humano que sin reparo utilizan? Las FARC y el Re-presidente de Venezuela nos piden que mintamos, que nos tapemos los ojos, cedamos al chantaje y activemos un mecanismo jurídico que los catapulte a la obtención de toda clase de beneficios jurídicos ¿Toda clase de beneficios jurídicos? ¿Hasta cuando? Un año parece ser el plazo a partir del cual la globalización de la justicia empezará a cobijarnos con sus mieles. De todos modos, yo no le temería a un diálogo inteligente con la guerrilla. La Colombia democrática avanza con resultados en temas sociales ¿Qué tiene la guerrilla para mostrar en ese sentido? Sólo desmoronamiento moral por cuenta del narcotráfico, la extorsión y la atrocidad, y tropas alienadas. Lo único que sé es que de aquí en adelante toda mesa de diálogos, zona de encuentro o intercambio humanitario debe tener como consigna una pregunta, esta pregunta: ¿Cómo evitar que los mismos males que hoy padecemos se vuelvan, una vez más, a reciclar en Colombia amparados en algún cuerpo de justificaciones?
No es justo pedirle a un ser humano que se deje morir sin más, pero no es posible realmente obligar a un ser humano a matar, ni mucho menos a civiles indefensos.
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