AIS
El campo colombiano está tan ensangrentado, que todo debate sobre equidad en la distribución de la tierra en Colombia tenía que ser álgido. El desplazamiento en Colombia por ejemplo, es la visibilización de todo un fenómeno macro de contrarreforma agraria por medio del cual se ha despojado a millones de propietarios de suelo colombiano a la fuerza.
Desde siempre ha habido un conflicto entre eficiencia y equidad ¿A quién le damos el recurso, al que tiene la plata y respaldo profesional (estudios, viabilidad técnica, financiera, etc.), lo cual le da alguna garantía de éxito, o al que no la tiene, pero al cual es justo asignarle recursos, oportunidades y redistribuirle riqueza vía acceso a préstamos o incentivos bien diseñados? No obstante, el campo colombiano es algo más conflictivo y delicado que una subasta o una adjudicación de cualquier otro recurso escaso. Desconocer la complejidad especial que tiene el campo colombiano es por supuesto un error, y no darle a lo agrario en Colombia la prioridad que merece como un eje, por lo menos discursivo, del derramiento de sangre rural en Colombia, es un error craso.
A los violentos que se justifican en la inequidad de la distribución de la tierra o cualquier otro recurso, y escamotean la complejidad de todas las sucesivas y multicolores usurpaciones arbitrarias de tierra que ha vivido Colombia, hay que dejarlos sin argumentos proponiendo políticas en las que, al mismo tiempo se atiendan criterios de equidad redistributiva, y criterios de eficiencia técnica. Hay que poner el aparato estatal al servicio de los estudios que aseguren el éxito de una política agraria progresista, justa, pero que nos permita competir duro: eficiente y sosteniblemente.
Desde siempre ha habido un conflicto entre eficiencia y equidad ¿A quién le damos el recurso, al que tiene la plata y respaldo profesional (estudios, viabilidad técnica, financiera, etc.), lo cual le da alguna garantía de éxito, o al que no la tiene, pero al cual es justo asignarle recursos, oportunidades y redistribuirle riqueza vía acceso a préstamos o incentivos bien diseñados? No obstante, el campo colombiano es algo más conflictivo y delicado que una subasta o una adjudicación de cualquier otro recurso escaso. Desconocer la complejidad especial que tiene el campo colombiano es por supuesto un error, y no darle a lo agrario en Colombia la prioridad que merece como un eje, por lo menos discursivo, del derramiento de sangre rural en Colombia, es un error craso.
A los violentos que se justifican en la inequidad de la distribución de la tierra o cualquier otro recurso, y escamotean la complejidad de todas las sucesivas y multicolores usurpaciones arbitrarias de tierra que ha vivido Colombia, hay que dejarlos sin argumentos proponiendo políticas en las que, al mismo tiempo se atiendan criterios de equidad redistributiva, y criterios de eficiencia técnica. Hay que poner el aparato estatal al servicio de los estudios que aseguren el éxito de una política agraria progresista, justa, pero que nos permita competir duro: eficiente y sosteniblemente.
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