Día de sol
Es un buen día para abrir todas las ventanas de mi cabeza y dejar entrar luz y aire a mis pensamientos, a mis pulmones. Es un día para reírme de todo hasta de mí mismo, sin piedad, con la serenidad y disfrute con que las piedras me miran y destellan reconfortadas por el sol, el mismo viejo amigo que las visita después de muchos días de ausencia, tal vez ensimismada, tal vez distraída, tal vez viajera.
Es un día para levantar cosas del piso, que por cierto tan bien se ven por allí tendidas, avergonzadas de haber sido descubiertas en alguna disposición aleatoria por el resplandor invasivo de la cruel y fértil lucidez.
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