Dar moral es dar fortaleza, dar orgullo de lo bueno

Hay que ser buenos y listos, apasionadamente buenos, hacer bien cosas grandes, que sobrecojan el corazón de orgullo ajeno, porque edificar referentes de los que se puedan sentir orgullosos nuestros familiares, conocidos, compatriotas y descendientes, tiene un poder inconmensurable.

En esto otros pueblos tienen largas tradiciones de mutuos esfuerzos de diferenciación, cada uno con su arte, cada uno con sus realizaciones y tesoros culturales celosamente resguardados del exterior como referentes de identidad y abiertamente compartidos al interior de límites impuestos por heredadas barreras geográficas y de idioma.

En Colombia tenemos referentes, pero todos debemos trabajar para construir nuevos monumentos a la colombianidad, realizaciones de excelencia, nobleza y visión que nos enorgullezcan mañana.

¡Qué bueno honrar nuestro pasado, raíces y riqueza cultural con innovación y originalidad! Ahora bien, no hay mejor manera de ser originales que proyectando nuestros orígenes con orgullo y haciéndolos explotar en mil colores sobre la pantalla del horizonte, sin miedo a embadurnarnos de la diferencia cultural, pero enalteciendo siempre el barro viejo y precioso que fuimos en nuestros primeros años de vida, ese tallo que explica mucho de lo que siempre seremos, por más que estratos y estratos de plateada experiencia se vayan amontonando sobre nuestros cabellos.

Todos los nacionales compartimos una historia pero todos los individuos compartimos un mismo origen: el vientre materno. Creo que es más importante aferrarnos a nuestra identidad individual profunda antes que a nuestra identidad colectiva. Sólo individuos conectados con su jugar primero pueden edificar poderosas estructuras humanas.

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