Mi hermano se casa

Quiero comenzar compartiéndoles una cita:

"Después de tantos años de caminar aprendí que hay una sola religión: el amor, hay un solo lenguaje: el del corazón, hay, una sola raza, la Humanidad, hay un solo Dios, y está en todas partes."

Facundo Cabral.

Esta es una noche de felicidad en la que celebramos la unidad, una noche grande para mi hermanito mayor y por tanto, una noche feliz y llena de gracias para mí.

Durante los últimos meses he sido testigo de primera línea del amor profundo y maravilloso que existe entre Olga Lucía y Víctor Andrés, del cariño sutil y fácilmente perceptible que aflora en todos los detalles de sus vidas de todos los días. Sus vidas de esfuerzos y madrugadas, sus vidas de besos y conversaciones sin fin, delicadas y tiernas. Mi hermano nunca ha dejado de ser motivo de orgullo y un excelente ejemplo a seguir para quien les habla, su hermano menor. Parece que fue ayer cuando se le vio allí en Popayán, volando a pedalazos en su bicicleta roja, para socorrer a sus amigos en algún examen tenebroso, con su capote impermeable negro, henchido por el viento a modo de capa de súper héroe de cómic; o allá en nuestra casita del barrio samario "El pueblito", enseñándome a dividir con la paciencia y la fe férrea de un papá de 11 años de edad. Helo allá en el morro, compartiendo el cielo majestuoso de algún atardecer expresivo payanés, con alguna de tantas y tan gratas -tal vez en ese instante nacientes- amistades totales con las que se topó en su aventura universitaria y junto a las cuales construyó un cuerpo muy grande y coherente de amigos, seres humanos diferentes, talentosos y valiosos, que siempre he admirado. Helo en ese otro instante, en Santa Marta, su tierra natal, ¡Nuestra Tierra!, buscando en los versos una manera de comunicar su alma adolescente, corriendo con todos los pulmones en algún entrenamiento de baloncesto, o durmiendo sobre la arena de la bahía alguna madrugada de esas que planeábamos con mi papá para ir a trotar al lado del mar, antes del amanecer. Todos ellos, instantes que permanecen contenidos con la mayor seguridad en la memoria del viento y en los trazos de nuestra historia personal que él –mi hermano- ha dibujado sobre nuestras cabezas y lucimos hoy como penachos de colores que enaltecen nuestra presencia y nos confieren autoridad inmediata. La autoridad de la inocencia.

Al parecer sus amigos ya lo han comenzado a comprender: Víctor Andrés siempre será un hermano mayor para todos, un gran hermanito mayor.

- Pero Víctor, ya entendí…

- No, tranquilo, yo te explico de nuevo, esta vez mejor.

Víctor nunca dejará de ser esa maravillosa alma inocente que la madre de lujo que sólo Dios pudo poner alrededor nuestro, nos ha imbuído. Si, Yolanda Samper, la luchadora, la estoica, la espiritual. Él nunca abandonará esa extraordinaria gravedad de los niños para seguir causas supuestamente perdidas de antemano pero inspiradoras, ni tampoco dejará de aprender curiosidades, tal vez detalles, para después venir emocionado a enseñárnoslas, como cuando descubre algún nuevo nudo o se inventa alguna solución práctica a una necesidad cotidiana. En este día, mi hermano ha consagrado enseñanzas grandes para mí, tales como: "Así se quiere y se hace feliz a una mujer clara, que amas y te ama” y “De esta manera, se forja la vida con decisiones firmes, alineadas con el corazón, con la pasión del trabajo que sabe llegar, si es el caso, hasta la sangre, para dar realidad a los propósitos.” De esta manera, a la marca de disciplina, orden, método y responsabilidad que Víctor Manuel quiso legarnos, Víctor Andrés la honra igualmente sobremanera.

--
Hoy nos acompaña la maestra por antonomasia de toda una generación de estudiantes samarios caribistas: La señora Astrid Guerra. Quiero aprovechar para hacer un homenaje sentido a su vocación comparable a la de aquel Prometeo que le robó el fuego a los dioses del olimpo, en sentido de desafío, y así enseñarles a los hombres el inicio del sendero del conocimiento y el acceso a esferas siempre superiores. Gracias, Astrid, por creer en la búsqueda de sentidos y de belleza, en la formulación de preguntas siempre agudas, siempre vitales.
--

Hace pocos días recordaba con un buen amigo mío que nuestros puntos de llegada suelen ser una expresión mejorada de y coincidente con, nuestros puntos de partida: Amar es apostarle al género humano en la figura de un individuo concreto. ¿Qué se dicen dos enamorados?: Puedo amar al mundo porque tú eres el lente que me lo presenta con la maravilla perdida que le pertenece. Quiero tener hijos contigo porque las semillas que tantos amigos y familiares han sembrado en mi corazón prometen florecer en soles vigorosos que giren alrededor de seres humanos transparentes en sus miradas, en sus palabras, en sus sonrisas y hasta en sus conflictos. Deseo fundir mi vida contigo porque tengo latentes caricias que compartirte, ternura que enseñarte en la forma de mi rostro. Eso dicen dos enamorados...

Sólo les recomiendo Olga y Víctor, desde mi ignorancia práctica en estos temas, que por encima o dentro de su fusión amorosa, nunca dejen de ser individuos que se miren frente a frente, se cuiden, se aconsejen y sobre todo, se impulsen el uno al otro hasta alturas desconocidas.

¿Qué nos impulsa?

¿Qué nos inspira?

¿Qué nos despierta a los aquí presentes admiración profunda?

Siguiendo el ejemplo de estos dos enamorados que hoy consagran un acto de fe en la vida y en las personas, acompañémoslos a perseguir esas fuentes de inspiración que somos capaces de soñar y de ser, ayudémoslos a construir los artefactos, catapultas, para tal efecto necesarias, y a realizar obras que siembren en el corazón de la gente la más profunda admiración. Con el mismo espíritu del discurso que hace dos semanas nos compartió el magistrado Manuel José Cepeda durante la ceremonia de mi graduación, los invito a regalarle tiempo, más que dinero, a alguna causa justa o alta, desde hoy o desde muy pronto; A construir un legado personal para este país retador y para la gente que vendrá después; A poner al servicio de una de esas causas altas, supuestamente perdidas, nuestro ser: nuestro tiempo; Finalmente, a postular, si quieren arbitrariamente, la esperanza en la raza humana. Sólo de esa manera avanzaremos algo en el camino que nos despliega como realidad elevada, junto a Víctor Andrés y a Olga Lucía; como ellos, locos de amor, de sueños, corramos con todos nuestros pulmones, buscando lo majestuoso e inspirador de un cielo coloreado, hasta desembocar, tumbados sobre la arena, en el mar plácido y agradecido de nuestro último día en la tierra; cerrando así otro de esos círculos de la vida que nos lleve nuevamente al punto de partida de nuestra apuesta inicial por una felicidad profunda y agresiva.

Comentarios

Entradas populares