Consideraciones Espinosas
RESPONSABILIDADES INDIVIDUALES
A mi me parece que la gente no es franca. Los siete millones de votos que el presidente Uribe recibió en las últimas elecciones son muestra de que a las mayorías del país en el fondo le importó poco que:
* por lo menos existe una mejor actitud del gobierno frente a los paramilitares que frente a la guerrilla,
* que desde siempre hayan habido rumores de cercanía gobierno-paramilitarismo desde la fundación misma de las "convivir" y que el gobierno nunca se haya pronunciado con claridad al respecto (por lo menos que yo recuerde, excepto las arremetidas del estilo "y tú también" con las que no solo el gobierno nos tiene acostumbrados),
* que las elecciones de 2002 y de 2006 estuvieron comprobadamente influídas por el poderío paramilitar en vastas zonas del país,
* que los niveles de seguridad en el país durante el período 1998-2002 llegaron a niveles desesperados y que junto con el fracaso del caguán se vivió un cambio de clima político que en parte fue un "giro a la derecha", pero en sus vertientes más radicales se constituyó en una verdadera paramlitarización de la opinión.
* que escándalos múltiples como los del DAS y el ejército nacional de colombia, apuntaban claramente hacia la conexión entre narcotráfico-paramilitarismo y entidades oficiales.
* que 7 millones de votos fueron la demostración de que el gobierno de Uribe, con todo y los escándalos y las sombras, cuenta con el respaldo de las mayorías en Colombia.
He ahí la explicación del famosos efecto "teflón". No estoy diciendo que las mayorías colombianas fueran paramilitares, o que apoyar a Uribe equivalga a ello, sino que la gente a veces prefiere, por una razón u otra, dejar de ver, o cuestionar menos lo atroz que pueda favorecerle de algún modo. Por supuesto que hay matices y niveles de responsabilidad, pero esta responsabilidad difusa que, le cabe a grandes porciones de la población por ceguera decidida, no debe ser olvidada.
Por supuesto que las responsabilidades son individuales, y no es conveniente diluir la culpabilidad de un grupo particular de gente, que además pertenece a las castas poderosas del país, en nociones jurídicas confusas de "responsabilidad social". Habría que comenzar por diferenciar entre los violentos y los que se tuvieron que adaptar o acomodar a vivir (sobrevivir) en regiones totalmente dominadas por los violentos.
No obstante, creo que un tema de fondo difícil es: ¿Cuánto estuvo y está Colombia dispuesta a pagar a cambio de crecimiento económico, estabilidad política y seguridad democrática? Creo que ese precio es todo lo que ha venido a salir a flote (¡apenas!) hace unos días. Y la gente no reconoce eso de frente. Prefiere ahora salir con el cuento de que "es que a mi no me gusta la política" o "es que en la política todos son corruptos y entonces no vale la pena gastarse los sesos en ella".
En este momento surge la prioridad de "preservar las instituciones". Por supuesto que los costos también económicos que para Colombia tendrían fenómenos desestabilizadores como una revocatoria del congreso y la pérdida de "gobernabilidad" por parte del ejecutivo, o la inseguridad jurídica surgida a partir del cuestionamiento de la legitimidad de las leyes que el gobierno aprobó utilizando los votos de parlamentarios públicamente cuestionados e inicialmente "purgados" o trasladados de partido, los pagaría el país entero. O ¿qué me dicen de lo que signficaría que la investigación de la corte suprema de justicia permeara a segundos y terceros renglones en las listas de partidos no solo uribistas?
Por esa razón veo planteado uno de esos dilemas éticos que se establecen entre lo conveniente-pragmático y lo ético-moral. No nos gusta proyectar una imagen internacional de república bananera, ni nadie quiere ver afectado su bolsillo por cuenta de problemas que (para la fortuna asociada al ahorro de cuestionamientos éticos) han decidido otros. De ahí se desprende que la gente, creo, está dispuesta a pagar costos éticos altos a cambio de lograr no proyectar ese tipo de imagen ni ver afectada la hoy tan promisoria economía colombiana.
En fin, creo que por lo menos sería más digno plantear los problemas tal y como los piensa y siente la gente. Creo que hace falta, de parte de mucha gente, aceptar responsabilidades y reclamar el reconocimiento que les parezca les corresponde. En ese sentido me gusta el pronunciamiento reciente de los gremios. La gente debe ser consciente de que la seguridad democrática, la recuperación de las carreteras que tanto disfrutó, fue lograda gracias también al soporte del brazo armado paramilitar.
Después de todo eso reconocido, pienso que los costos económicos y políticos asociados al cuestionamiento de la legitimidad de algunas instituciones y la pérdida de gobernabilidad de parte del ejecutivo los pagaríamos todos, pero creo que la limpieza moral debe primar. Me da náusea el pragmatismo rentable y asqueroso que, por ejemplo, los estadounidenses nos han mostrado en dilemas de este estilo.
Por supuesto también, que tampoco es bueno apresuarse y que ninguna decisión política importante debe tomarse antes de que la investigación de la Corte Suprema de Justicia muestre el problema jurídico desplegado en su dimensión completa. Cualquier decisión importante tomada antes de ello, no solo se vería, sino que actuaría efectivamente, como una cortina de humo lamentable y silenciadora, la siembra de una confusión provechosa para esos políticos hábiles en pasar de agache.
A mi me parece que la gente no es franca. Los siete millones de votos que el presidente Uribe recibió en las últimas elecciones son muestra de que a las mayorías del país en el fondo le importó poco que:
* por lo menos existe una mejor actitud del gobierno frente a los paramilitares que frente a la guerrilla,
* que desde siempre hayan habido rumores de cercanía gobierno-paramilitarismo desde la fundación misma de las "convivir" y que el gobierno nunca se haya pronunciado con claridad al respecto (por lo menos que yo recuerde, excepto las arremetidas del estilo "y tú también" con las que no solo el gobierno nos tiene acostumbrados),
* que las elecciones de 2002 y de 2006 estuvieron comprobadamente influídas por el poderío paramilitar en vastas zonas del país,
* que los niveles de seguridad en el país durante el período 1998-2002 llegaron a niveles desesperados y que junto con el fracaso del caguán se vivió un cambio de clima político que en parte fue un "giro a la derecha", pero en sus vertientes más radicales se constituyó en una verdadera paramlitarización de la opinión.
* que escándalos múltiples como los del DAS y el ejército nacional de colombia, apuntaban claramente hacia la conexión entre narcotráfico-paramilitarismo y entidades oficiales.
* que 7 millones de votos fueron la demostración de que el gobierno de Uribe, con todo y los escándalos y las sombras, cuenta con el respaldo de las mayorías en Colombia.
He ahí la explicación del famosos efecto "teflón". No estoy diciendo que las mayorías colombianas fueran paramilitares, o que apoyar a Uribe equivalga a ello, sino que la gente a veces prefiere, por una razón u otra, dejar de ver, o cuestionar menos lo atroz que pueda favorecerle de algún modo. Por supuesto que hay matices y niveles de responsabilidad, pero esta responsabilidad difusa que, le cabe a grandes porciones de la población por ceguera decidida, no debe ser olvidada.
Por supuesto que las responsabilidades son individuales, y no es conveniente diluir la culpabilidad de un grupo particular de gente, que además pertenece a las castas poderosas del país, en nociones jurídicas confusas de "responsabilidad social". Habría que comenzar por diferenciar entre los violentos y los que se tuvieron que adaptar o acomodar a vivir (sobrevivir) en regiones totalmente dominadas por los violentos.
No obstante, creo que un tema de fondo difícil es: ¿Cuánto estuvo y está Colombia dispuesta a pagar a cambio de crecimiento económico, estabilidad política y seguridad democrática? Creo que ese precio es todo lo que ha venido a salir a flote (¡apenas!) hace unos días. Y la gente no reconoce eso de frente. Prefiere ahora salir con el cuento de que "es que a mi no me gusta la política" o "es que en la política todos son corruptos y entonces no vale la pena gastarse los sesos en ella".
En este momento surge la prioridad de "preservar las instituciones". Por supuesto que los costos también económicos que para Colombia tendrían fenómenos desestabilizadores como una revocatoria del congreso y la pérdida de "gobernabilidad" por parte del ejecutivo, o la inseguridad jurídica surgida a partir del cuestionamiento de la legitimidad de las leyes que el gobierno aprobó utilizando los votos de parlamentarios públicamente cuestionados e inicialmente "purgados" o trasladados de partido, los pagaría el país entero. O ¿qué me dicen de lo que signficaría que la investigación de la corte suprema de justicia permeara a segundos y terceros renglones en las listas de partidos no solo uribistas?
Por esa razón veo planteado uno de esos dilemas éticos que se establecen entre lo conveniente-pragmático y lo ético-moral. No nos gusta proyectar una imagen internacional de república bananera, ni nadie quiere ver afectado su bolsillo por cuenta de problemas que (para la fortuna asociada al ahorro de cuestionamientos éticos) han decidido otros. De ahí se desprende que la gente, creo, está dispuesta a pagar costos éticos altos a cambio de lograr no proyectar ese tipo de imagen ni ver afectada la hoy tan promisoria economía colombiana.
En fin, creo que por lo menos sería más digno plantear los problemas tal y como los piensa y siente la gente. Creo que hace falta, de parte de mucha gente, aceptar responsabilidades y reclamar el reconocimiento que les parezca les corresponde. En ese sentido me gusta el pronunciamiento reciente de los gremios. La gente debe ser consciente de que la seguridad democrática, la recuperación de las carreteras que tanto disfrutó, fue lograda gracias también al soporte del brazo armado paramilitar.
Después de todo eso reconocido, pienso que los costos económicos y políticos asociados al cuestionamiento de la legitimidad de algunas instituciones y la pérdida de gobernabilidad de parte del ejecutivo los pagaríamos todos, pero creo que la limpieza moral debe primar. Me da náusea el pragmatismo rentable y asqueroso que, por ejemplo, los estadounidenses nos han mostrado en dilemas de este estilo.
Por supuesto también, que tampoco es bueno apresuarse y que ninguna decisión política importante debe tomarse antes de que la investigación de la Corte Suprema de Justicia muestre el problema jurídico desplegado en su dimensión completa. Cualquier decisión importante tomada antes de ello, no solo se vería, sino que actuaría efectivamente, como una cortina de humo lamentable y silenciadora, la siembra de una confusión provechosa para esos políticos hábiles en pasar de agache.
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