Demonios nacionales

En estos días el señor Serpa nos recordó cómo en las épocas de "la horrible noche", manera en que un profesor que tuve gusta de referirse al proceso 8000 y en general al gobierno Samper, primaron las consideraciones alrededor de la supuesta inconveniencia, en términos de imagen internacional y estabilidad económica, de permitir que la figura presidencial cayera como consecuencia del escándalo. Me parece que este argumento es débil pero triunfó y que sólo sirvió para sostener a algunos de los implicados. Cuando a Serpa lo cuestionan a propósito del proceso 8000, saca a relucir los proyectos de ley que en contra del narcotráfico impulsó en tiempos en que tenía la necesidad urgente de defender su propio "pellejo" ante la historia y la opinión del momento hasta nuestros días. Fernando Botero también persiguió al cartel de Cali y eso no lo hace inocente. En este sentido sólo quiero señalar la debilidad de los arguementos del señor Serpa: personalmente pienso que por lo menos su primer error es una incapacidad penosa de negarse a recibir ofertas de puestos o dignidades y eso lo ha pagado caro merecidamente.

Pero retomemos: ¿Qué pudo afectar más la imagen internacional colombiana que la permanencia en el poder de un presidente tan cuestionado y la sensación impotente de impunidad? El nacionalismo colombiano, el colombianismo, la colombianería, se ofendió por la influencia norteamiericana en el proceso 8000. Tampoco soy completamente ajeno a los sentimientos nacionales, pero en frente teníamos un problema en el que la dignidad nacional estaba en nuestras manos, en la manera en que enfrentáramos un problema interno grave. Desconocer la injerencia internacional en temas internos es no asignarle peso en las decisiones que tomemos y no necesariamente contradecir lo que las voces internacionales defienden.

"Aquí estoy y aquí me quedo": la historia se repite en el caso de la actual canciller. Aquí se gusta más de los despliegues de fuerza que de los actos de grandeza ética y la seriedad política. Dice Uribe que la canciller llegó a su cargo por méritos propios y puede ser cierto, también. Pero su apellido ha debido pesar a su favor y debe pesar en su contra ahora que se avanza en la comprobación de las bases armadas que han ayudado a sostener la hegemonía del clan por ese apellido representado. Empecemos pues, a pedirlo expresamente: "Renuncia de la canciller". No se trata de un tema legal y por tanto, no me hablen de la importancia del concepto de "responsabilidades individuales". Es un tema pura y exclusívamente alusivo a la entereza y la seriedad que tanta falta hacen, hoy en medio de tantas sombras, en la política de Colombia.

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