Protección a testigos expresos y potenciales
¿Dónde está el programa de protección de testigos que evite que sean asesinados todos los asesinos y no asesinos que tengan algo que decir en favor del esclarecimiento anunciado del nivel de penetración que el paramilitarismo alcanzó en Colombia?
Queremos saber la verdad. Especialmente si duele. Quiero conocer el nivel de bajeza que otros han llegado a adjuntarle a la especie a la que pertenezco, escondidos detrás de justificaciones cuyo olor de fondo es el mismo de los billetes y las monedas... extranjeras.
¿El precio? Los ocho años de cárcel, menos si quieren. Me tiene sin cuidado el concepto igualitario de justicia (lo mismo para todos, o de acuerdo a las proporciones, directas, inversas, cuadráticas...).
Dificultad para perdonar, olvidar, borrar y hacer cuentas desde cero no veo que haya mucha en Colombia. Este pueblo ha experimentado tanta intensidad de sufrimiento que veo muy difícil que se auto-inflija el sufrimiento adicional de cargar con rencores. Pero hace falta quien se comprometa con solucionar los dramas desesperados de gente que deriva exiliada en su propio país, gente que tiene todas las de perder, en medio de la impotencia generalizada y la fe mal-ditamente entendida que lleva a pensar a unos y a otros que toda esta basura tiene una explicación mística o que quienes sufren lo merecen por quién-sabe-qué designios misteriosos y qué dispositivos de salvación.
La memoria del conflicto colombiano, más que el rencor, es el desplazamiento y la asfixia vital, de posibilidades, que sufren y han sufrido muchas personas abandonadas a su suerte macabra.
Lo necesario es que haya reparación para Colombia, para los despojados, para quienes sufrieron la manifestación de los motivos no antisubversivos del paramilitarismo.
Aún más urgente es ver descarnadamente las causas objetivas de la guerra colombiana: no, no la pobreza la iniquidad, ni la falta de estado, sino su rentabilidad.
Además de la inercia, por supuesto.
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PD: Ahh, me olvidaba del disfrute de la atrocidad, la violencia y la cohesión de los grupos que luchan. (Es necesario desarrollar un impulso instintivo, un reflejo vomitivo que nos empuje lejos de estas últimas causas de guerra que asesinan a la especie. Para salvar la especie es necesario trastocar un tanto la programación que ella nos ha impreso en todas las células).
Se espera que al fin se logre aplicar de manera controlada el viejo instinto a nuevos desafíos.
Queremos saber la verdad. Especialmente si duele. Quiero conocer el nivel de bajeza que otros han llegado a adjuntarle a la especie a la que pertenezco, escondidos detrás de justificaciones cuyo olor de fondo es el mismo de los billetes y las monedas... extranjeras.
¿El precio? Los ocho años de cárcel, menos si quieren. Me tiene sin cuidado el concepto igualitario de justicia (lo mismo para todos, o de acuerdo a las proporciones, directas, inversas, cuadráticas...).
Dificultad para perdonar, olvidar, borrar y hacer cuentas desde cero no veo que haya mucha en Colombia. Este pueblo ha experimentado tanta intensidad de sufrimiento que veo muy difícil que se auto-inflija el sufrimiento adicional de cargar con rencores. Pero hace falta quien se comprometa con solucionar los dramas desesperados de gente que deriva exiliada en su propio país, gente que tiene todas las de perder, en medio de la impotencia generalizada y la fe mal-ditamente entendida que lleva a pensar a unos y a otros que toda esta basura tiene una explicación mística o que quienes sufren lo merecen por quién-sabe-qué designios misteriosos y qué dispositivos de salvación.
La memoria del conflicto colombiano, más que el rencor, es el desplazamiento y la asfixia vital, de posibilidades, que sufren y han sufrido muchas personas abandonadas a su suerte macabra.
Lo necesario es que haya reparación para Colombia, para los despojados, para quienes sufrieron la manifestación de los motivos no antisubversivos del paramilitarismo.
Aún más urgente es ver descarnadamente las causas objetivas de la guerra colombiana: no, no la pobreza la iniquidad, ni la falta de estado, sino su rentabilidad.
Además de la inercia, por supuesto.
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PD: Ahh, me olvidaba del disfrute de la atrocidad, la violencia y la cohesión de los grupos que luchan. (Es necesario desarrollar un impulso instintivo, un reflejo vomitivo que nos empuje lejos de estas últimas causas de guerra que asesinan a la especie. Para salvar la especie es necesario trastocar un tanto la programación que ella nos ha impreso en todas las células).
Se espera que al fin se logre aplicar de manera controlada el viejo instinto a nuevos desafíos.
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