Armas / público / privado

Le digo a los violentos que el mayor honor es la política y no sus balas pueriles, sus berrinches sangrientos, su brutal lloradera.

Pero en lo público me molesta esa autocomplacencia en la improductividad: Aquí vinimos fue a gastar y no a hacer plata (por suerte), retumban voces con halo patrio en los salones de clase de los publicólogos.

Y en lo privado me molesta esa autocomplaciencia en la esterilidad, la disecación de las mentes y las almas. Es que nosotros somos lo mejor porque, aunque no sepamos mucho, sabemos cómo hacer plata.

Y en la academia me decepciona esa autocomplaciencia en lo inocuo: Aquí nosotros tampoco vinimos a hacer plata (por fortuna) retumban voces con halo sabio en los salones de clase de los académicos. Somos lo máximo porque al fin hemos encontrado nuestro refugio y felicidad en un más allá de los problemas.


Entonces, les vuelvo a decir a los violentos que primero deben escupir sus fusiles cual bebé que aborrece su chupo, para poder balbucear algo con algún sentido remotamente político.

Luego le digo al político que no hay mejor motor social que un Estado inteligente, diligente y dispuesto a pagar costos políticos frente a los poderes que prolongan injusticias, se presenten o no estos en calidad de víctimas o protectores de débiles, incluso en calidad de justicieros violentos.

A los privados después les digo que disecar almas y mentes terminará esterilizando la tierra que los sostiene y extinguiendo los frutos de su paladar.

Finalmente a los académicos les digo que no hay mejor sabio que el que ambiciona determinar el futuro político y económico de su comunidad.

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