Sobre Europa y nosotros
¡Qué va ser culpa de ellos que sigamos con nuestros viejos complejos dos siglos después!
Gente que madruga, planea, pelea con el clima -uno de tantos que nos pone delante este planeta-, persiste, se cree el centro del universo como los mamos de la Sierra o el religioso que deambula por la tierra siempre alumbrado por un Dios que lo sigue con su chorro de luz desde las alturas, amistosamente, incluso mientras el fiel naufraga aferrado a algún témpano de hielo en medio del atlántico; gente que va a cafeterías y come comida que no es más rica que la nuestra y conduce por vías que no están hechas de kriptonita, y va a parques que no tienen tierra más negra. La única diferencia es que aquí las cosas están más ordenadas, más limpias en el espacio público. Curioso que un continente tan pequeño tenga parques tan grandes y que sus lagos y ríos sean el mayor orgullo y refugio de sus habitantes.
El problema de nuestros países, hermanos míos, somos nosotros y nuestro desorden, el atropello tan común y el aislamiento que experimentamos aún en el siglo XXI, que nos impide ver cuán al alcance de la mano está hacer que nuestros países funcionen bien.
Gente que madruga, planea, pelea con el clima -uno de tantos que nos pone delante este planeta-, persiste, se cree el centro del universo como los mamos de la Sierra o el religioso que deambula por la tierra siempre alumbrado por un Dios que lo sigue con su chorro de luz desde las alturas, amistosamente, incluso mientras el fiel naufraga aferrado a algún témpano de hielo en medio del atlántico; gente que va a cafeterías y come comida que no es más rica que la nuestra y conduce por vías que no están hechas de kriptonita, y va a parques que no tienen tierra más negra. La única diferencia es que aquí las cosas están más ordenadas, más limpias en el espacio público. Curioso que un continente tan pequeño tenga parques tan grandes y que sus lagos y ríos sean el mayor orgullo y refugio de sus habitantes.
El problema de nuestros países, hermanos míos, somos nosotros y nuestro desorden, el atropello tan común y el aislamiento que experimentamos aún en el siglo XXI, que nos impide ver cuán al alcance de la mano está hacer que nuestros países funcionen bien.
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