Tekné

¡Qué bueno es poder afirmar tu profesión sin complejos!

¡Qué bueno es no ser un ingeniero vergonzante más en esta vida!

Todos sabemos que el conocimiento, las investigaciones, el afán por saber, controlar y predecir la vida debe amarrarse las manos cada vez que pueda lesionar con alta probabilidad las nociones más o menos compartidas que tenemos de dignidad de las personas, y sé que ese mismo afán de la razón por saber a fondo tiene el deber de desplegarse en todo su poder cada vez que encuentra o intuye nuevas formas de salvar, proteger y prestar servicios a la vida y a la vida humana.

No obstante, el temor sabio de ofender la vida y la salud de las personas no debe obstaculizar nuestro disfrute por saber, ni debería bloquear nuestro interés por emitir juicios informados. Antes bien, debería motivarnos a prepararnos mejor para ejercer con la gravedad del caso la responsabilidad de disponer entre nuestras manos del bienestar social.

Por ejemplo: Muchos ingenieros electricistas, en electrónica o en telecomunicaciones, se dan látigo porque se sienten culpables de que gente muera de cáncer a causa de radiaciones electromagnéticas; o culpables de que otro tanto sufra de depresión y aislamiento a causa del uso excesivo de dispositivos electrónicos; todo esto por el sólo hecho de que trabajan con tecnología. El problema es que se deciden a cargar con semejante cruz sin antes tomarse el trabajo de leer en profundidad discusiones apasionantes y desapasionadas sobre radiaciones no ionizantes y pasando por alto tal vez las posibilidades que la tecnología bien instrumentalizada ofrece para fortalecer comunidades existentes e incluso crear nuevas comunidades.

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