No más

Si queremos terminar con la pesadilla autoritaria del más reciente ex-presidente de Colombia, deberíamos sencillamente dejar de hablar de él. Todos nosotros, todos los nosotros, por más que patalee.

Es más, deberíamos saber que él y quienes se sienten representados y sólo representados por su talante retardatario y paternalista, demagógico y reaccionario, van a patalear, van a querer seguir llamando la atención, puerilmente.

Pero les traemos una noticia: Ya no tienen el poder y Colombia sigue andando, incluso un poco mejor y con esperanzas, para fortuna de todos. Lo digo yo que voté por Antanas Mockus las tres veces y he tenido las más serias reservas frente al nuevo gobierno.

Señores viudos del poder: Pueden venir a defenderse unos a otros de las investigaciones y los jueces, pueden tratar de volver a restablecer el tono verdulero del anterior gobierno, pueden jodernos a todos por pura vanidad si quieren e impedir que esta patria feudal nuestra, enredada hasta el infinito en conflictos de gallinas, marranos y mezquindades, dé sus primeros pasitos hacia la madurez.

Lo que no podrán hacer es quedar bien parados ante la historia, y por eso cada vez van a quedar peor en los debates y en la política, más allá de las elecciones. El espectáculo de la semana pasada, en el cual el más reciente ex-presidente vino a fungir casi como un presidente paralelo, a torpedear las más prometedoras y prioritarias iniciativas de la agenda en curso y ante el cual desfilaron los más altos dignatarios del gobierno presente, es sencillamente vergonzoso e impresentable. Eso sencillamente no es serio, no es propio de un país serio, discreto, respetuoso.

No se le está pidiendo a los ex-presidentes que no opinen, pero sí que por favor no actúen como si siguieran siendo presidentes. Digámosles que no se aprovechen de la visibilidad privilegiada que les pagamos, ni nos pasen cuenta de cobro por sus logros y errores hasta la eternidad.

A los retardatarios que andan desorientados en el ambiente algo más distensionado que se ha alcanzado a bosquejar en los últimos meses les digo: Dejen que Colombia avance, pueda pasar la página de sus preocupaciones rurales y pueda salir como nación del ombliguismo ultra-localista en que persiste.

Sueñen generosamente, todos, por favor. No se contenten con asegurar unas rentas y unas hamacas. Exíjanle a la vida excepcionalidad, pues la vida es generosa para quien levanta la mirada.

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