CONVOCATORIA A TODOS LOS ESPÍRITUS CRÍTICOS DE ESTE PAÍS

Los paramilitares quisieron entrar al Congreso de la República de Colombia como héroes y no faltaron Senadores y Representantes electos bajo el apoyo de sus armas y de su sangre que salieran a festejar su llegada con emocionados aplausos cerrados.

Gente valiente como Claudia López dijo ¡NO! Fue la voz que se interpuso a la maquinaria, el cuerpo inerme que se atravesó al tanque de guerra para gritar honorable: Tantas masacres no fueron realizadas en mi nombre, tantos millones de desplazados no están aspirando frío en representación mía, hay colombianos dignos que aún en medio de los peores asedios y torturas de la guerrilla, han respondido acudiendo a la institucionalidad, a las fuerzas armadas legalmente constituidas, a los cuerpos de armas regidos por leyes; hay gente colombiana que no tomó el atajo de promover grupos de terror de derechas para ahorrarse la plata y el esfuerzo de enfrentar a las guerrillas con legitimidad…y gracias a esas denuncias y gracias a esa voz analítica, observadora y valiente, nació el proceso de Para-política.

La justicia ha estado operando como una piedra en el zapato para el ejecutivo y entidades estatales financiadas con nuestros impuestos tales como el DAS, la UIAF, han sido puestas al servicio de intimidaciones, campañas de desprestigio sistemáticas, amenazas de muerte y espionaje a periodistas, ONGs y jueces que han investigado la para-política. El proceso de la para-política ha diluido o casi diluido partidos políticos uribistas completos tales como Convergencia Ciudadana, Alas Equipo Colombia, Colombia Viva, Colombia Democrática, Cambio Radical, la U y el Partido Conservador. En realidad el proceso de la para-política ha afectado también al Partido Liberal, pero sólo la coalición de gobierno ha salido a defenderse atacando a sus jueces, en actitudes claramente obstacularizadoras de la labor de todo un poder público.

Los familiares de condenados por la Para-política no quisieron dejar perder los votos ensangrentados previamente colonizados con violencia y conformaron los dos nuevos partidos ADN y PIN, el primero de los cuales fue cerrado por el Consejo Nacional Electoral por inconsistencias de fechas en una documentación que supuestamente había sido generada desde La Cárcel La Picota.

Hoy el PIN apoya a Juan Manuel Santos vergonzantemente, por debajo de la mesa. Hoy Andrés Felipe Arias, el ex ministro de Agricultura flamante protagonista de la corruptela electoral pro-reelección de Agro Ingreso Seguro, apoya también a Santos desde la sombra, sin hacer mucho ruido, no vaya y sea que alguna conciencia más despierte dentro de las huestes de la U y se inicie una desbandada masiva.

Hoy Juan Manuel Santos propone un pacto de Unidad Nacional sin explicar muy bien cuál es el propósito de una tal unidad, mientras que el Polo y el Partido Verde intentaron hacer una discusión pública en torno a unos puntos que dieran contenido al eventual pacto político que pudiera emanar de esas conversaciones. El contraste es evidente y la historia nacional nos muestra que los llamados a la Unidad Nacional a los que está acostumbrada nuestra clase política tradicional, han terminado con contribuciones al lánguido historial de la impunidad colombiana. Eso fue exactamente lo que ocurrió en épocas del frente nacional respecto a la violencia de los años 50 del siglo XX.

Esos llamados a la Unidad Nacional se han producido en Colombia en momentos de crisis pero ¿Cuál es la crisis de esta oportunidad? ¿Tan asustado está el estamento político tradicional colombiano, que ha convocado a un llamado a la Unidad Nacional sin haber un enemigo aparente? ¿Cuál será ese enemigo común que los aglomera? ¿El miedo a la sequía burocrática en el Partido Liberal? ¿El miedo a que la historia juzgue a los gobiernos de estos años con el enfoque que se merecen? ¿El miedo a que la justicia colombiana siga avanzando amenazante hacia el destape de los escándalos por venir?

Es en este contexto en el cual el candidato Santos propone que la fiscalía sea un órgano plenamente dependiente del ejecutivo: el momento histórico colombiano menos oportuno para una propuesta como esa. La suspicacia más ingenua se persignaría en contra de la sola posibilidad de fortalecer aún más el extralimitado régimen presidencialista que tenemos. Si hoy en día la comisión de acusaciones del Congreso, el único ente que puede juzgar a un Presidente de la República, es conocida como La Comisión de Absoluciones por su evidente falta de dientes para constituirse en un auténtico organismo de control; si hoy en día el presidente ha hecho todo lo posible por que sea elegido un fiscal de bolsillo favorable a sus intereses, no me quiero imaginar a un hipotético gobierno futuro mangoneando aún más los procesos judiciales que pudieran afectar a sus allegados.

Llegó el día de decir NO MÁS, de hacer honor a todos aquellos colombianos que como nosotros están cansados de la pesadilla de Las FARC y demás grupos armados ilegales, pero entienden que esta guerra sólo se gana con legitimidad, con apego al derecho internacional y los derechos humanos. Llegó el día de unirnos a la causa de aquellos colombianos que han gritado: NO fue en mi nombre que los paramilitares cometieron tantos excesos, no fue por mí que masacraron y desplazaron, no fue en mi representación. Es hora de que los ciudadanos nos interpongamos al avance de la maquinaria centenaria y al tanque de guerra que avanza prepotente hacia nuestro futuro.

Es nuestro deber mandar un mensaje claro y contundente al estamento político tradicional, al gobierno, a la historia, al mundo, a nuestros hijos, por nuestra dignidad: ¡Queremos aspirar a horizontes más claros, más altos, no nos resignamos a que nos manden los inescrupulosos, los pícaros, los que conducen al pueblo con verdades a medias! ¡No nos conformamos con gobernantes que desde la misma candidatura le faltan el respeto a la inteligencia de sus futuros gobernados! ¡No aprobamos que nuestro servicio exterior sea el escampadero de personas cuestionadas por la justicia! ¡No estamos representados por Jorge Noguera como Embajador de Colombia en Italia, protagonista del escándalo de la infiltración de los paramilitares en el DAS!; ¡ni por el señor Salvador Arana ex embajador de Colombia en Chile, quien llegó a estar prófugo de la Justicia por sus nexos con Paramilitares!

No nos representan, ese régimen que está apoyado por el proyecto de refundación de la patria en Ralito y la contrarreforma agraria de los paramilitares, no es nuestra representación. Ese régimen belicista que no se sonroja al atacar a las altas cortes de la rama judicial, como lo hicieran en el pasado los narcotraficantes del cartel de Medellín, no habla por nosotros. Nadie está acusando a todos los uribistas de paramilitares, pero sí de representar al todo vale de pedir a los congresistas sindicados por para-política que votaran leyes antes de ser enviados a la cárcel. El mismo Germán Vargas Lleras de Cambio Radical se hacía por esa misma época preguntas por la legitimidad de tales leyes, pero la coalición Uribista: El partido de la U y Uribe decidieron que la reflexión en torno a la legitimidad vale poco.

Hoy nuevamente nos dicen con tono cínico que tenemos que trabajar con la clase política que tenemos, no con la que desearíamos, a lo que yo respondo: Puede que tengamos que trabajar con esa misma clase política, pero ¡no en los términos que ellos impongan, no a su manera, no cayendo en sus chantajes burocráticos ni cohechos, no aceitando maquinarias electorales, que después se cobran con creces con cargo a nuestros bolsillos!

Necesitamos una transformación cultural, una renovación silenciosa y pacífica que no exacerbe los nervios de un país en guerra, pero que cale directo en la conciencia colectiva de la nación.

Hagamos uso de nuestro derecho al pataleo hasta el último segundo, ese pataleo será siempre mañana un motivo de orgullo: Podremos mirar gracias a él directo a los ojos de nuestros hijos porque no nos quedamos con los brazos cruzados o con la mejilla escondida en las sombras de una almohada. Peleemos por redirigir y doblar la flecha de la inercia que se cierne con aparente fatalidad sobre la atmósfera política de nuestra nación; introduzcamos innovación, renovación y revolución cultural en la historia de nuestro país. Demostremos que otras formas de hacer política son posibles, que nos merecemos políticos serios que nos traten como adultos, y no nos mientan con medias verdades para ganar elecciones a cualquier costo. Demostremos que podemos votar sin importar quién parezca que va a ganar. Vayamos más allá del ego dolido de un resultado de un día y convoquemos a la gente a empujar por los ideales que exigen más de nosotros en el largo plazo. Avancemos como sociedad, puesto que los logros que hemos conquistado en educación nos hacen cada vez más críticos y menos conformes.

Aspiremos a más, no nos conformemos con sobrevivir. Anhelemos un país culto, formado, que no se limite a estándares mínimos de calidad sino que le apueste a la educación superior del más alto perfil y a la investigación.

Podemos cambiar, podemos transformar la cultura para que la cultura transforme a las futuras generaciones ¡Tenemos el deber hoy de ser ambiciosos y esforzarnos como sociedad por cumplir los sueños colectivos que quedaron consignados en nuestra Constitución! ¡Nos va a costar pero valdrá la pena!

El poder de los argumentos está de nuestra parte, no paremos de hablar con la gente, puesto que debatir con altura y serenidad es una de las formas más altas de respeto de la inteligencia de los demás.

Encendamos las mentes de quienes hablen con nosotros. Escuchémosles para encontrar la mejor manera de inspirarlos, inyectemos el aliento de esperanza que nuestro partido representa respecto a la posibilidad de una sociedad mejor, mucho mejor. Sabemos que nuestra visión de país no es una quimera, ni utopía, ni sueño inalcanzable: Es un anhelo que vibra en Colombia desde hace más de 200 años. Sabemos que podemos superar los lastres de la herencia española y partir de lo que somos para llegar a ser la sociedad que queremos ser con pleno orgullo de haberlo logrado con nuestras propias manos…

Queremos derrotar el usufructo del hambre, el miedo y las necesidades de nuestra población con fines electorales. Queremos darle fuerza a nuestra gente para que deje de aproximarse al estado como quien pide clemencia y favores. Deseamos una ciudadanía formada, tolerante y culta, que vea más allá de la hipocresía parroquial, plena de valores humanos y respeto por la espiritualidad ajena. Queremos seriedad en la dirección de los asuntos públicos, buena gestión, transparencia, democracia, respeto a las minorías, respeto a las reglas de juego, principio de legalidad: no modificar las leyes a la medida de nadie, ni para favorecerlo ni para perjudicarlo. Queremos ciencia y responsabilidad ambiental; respeto por la vida y no la arbitraria “cultura del atravesado”, rigor educativo y ambición en nuestros sueños; más visión y grandeza que viveza y astucia; más méritos y menos atajos. Queremos que nuestra fortaleza y nuestra contundencia sean las armas del saber y no las armas de fuego.

Representamos la fe en el estudio, la educación, la civilización, el conocimiento y los méritos. Hagamos que Colombia llegue a ser una cultura en que los más altos logros de la humanidad sean mejor valorados y creados.

“Porque nosotros no buscamos unas curules, ni buscamos tampoco apenas la Presidencia de la República, nuestra ambición es mayor, mucho mayor, nosotros buscamos es una nueva sociedad... Estamos cambiando la conciencia del pueblo colombiano, como lo necesita y lo requiere para progresar en verdad, para adquirir dignidad…” Luis Carlos Galán Sarmiento

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