Paz pacifista
Colombia necesita de paz, necesitamos cultivar un pacifismo cada vez más profundo, coherente y total. Pero no podemos hacerles el juego a los violentos que cínicamente nos manipulan en nombre de discursos supuestamente pacíficos.
La interpretación hoy imperante de los diálogos del Caguán consiste en que en ellos la guerrilla se dedicó a ganar tiempo para fortalecerse, por medio de una dilatación de las conversaciones lograda a través de la solicitud de cada vez más ventajas ("garantías") finalmente capitalizadas militar y extorsivamente, dando como resultado una prolongación efectiva del conflicto. Esas negociaciones siguieron lo que se llamó un modelo de "negociación en medio de la guerra". ¿Fue un error desde el principio el haber adoptado este modelo de negociación? ¿Hay otras interpretaciones de los diálogos del Caguán que nos ayuden a entender esta etapa de carga emocional tan fuerte para los colombianos, que nos acerque mejor al desenredo de la historia futura de Colombia en el corto y largo plazo?
El error de la sociedad colombiana, creo, ha sido el no establecer como inamovible la exigencia del respeto de principios elementales de humanidad aún en medio de la guerra. Una cosa es negociar el fin de la guerra y otra cosa es permitir una guerra degradada. No creo que la cuestión esté en si "matarnos" o no más o menos "pacito". El tema está en a qué llamamos guerra, y si de negociar el fin de la guerra se trata, qué es lo negociable a partir de lo que aceptamos como guerra válida. La sociedad colombiana, masivamente, debería presionar enviando un mensaje de consenso en torno a condiciones de respeto elemental a la dignidad humana de civiles y aún de combatientes.
Ahora bien, si el ensayo del Caguán ha de enseñarnos algo, preguntas claves son:
¿Cómo sacar el terror -manipulación de civiles por miedo a la muerte y el dolor- de la guerra colombiana?
¿Cómo brindar garantías de seguridad a unos eventuales negociadores de las guerrillas sin que ello suponga poner en riesgo a los civiles -deber del estado- ni otorgarle ventajas territoriales a la guerrilla, que luego se pudiesen traducir en una prolongación efectiva del conflicto?
¿Por qué la guerrilla no acepta la propuesta llamada por el gobierno "Zona de Encuentro"? ¿Qué objeción, por ejemplo, tienen, en contra de que tales zonas para diálogos no incluyan zonas densamente pobladas? ¿Cuáles son sus argumentos, por qué nadie exige respuestas de su parte? ¿Por qué los partidarios de una "Zona de Despeje" no reconocen la propuesta del gobierno -y de la iglesia o de los países amigos- como una alternativa igualmente pacífica para el drama de los secuestrados? ¿Por qué sólo se considera pacífico obedecer las condiciones que las FARC nos quieren imponer con fusil-al-cuello- de-rehenes?
No obstante, sería por lo menos curioso que alguien te amenazara con pistola para obligarte a hacer algo que tú quieres hacer por tu propia cuenta. Por ejemplo, que alguien te obligara coactivamente a comer cuando tienes hambre. Un impulso natural de rebeldía podría llevar al amenazado a oponerse a hacer lo que se le pide a las malas como expresión de protesta o dignidad, pero a la postre, en donde no hay realmente conflicto es tonto ponerse a pelear. ¿Qué es lo que quieren las guerrillas realmente? Yo creo que ellas no lo saben muy bien. ¿Reforma agraria? ¿Mejor distribución de la riqueza? ¿Un pedazo del territorio nacional? ¿Inclusión política? ¿Eliminación de la pobreza? ¿Mejores prestaciones sociales y educación para la población? ¿Qué es lo que quieren, que haya menos discriminación de la provincia? Porque creo que todos los colombianos estamos de acuerdo en la mayoría de los grandes propósitos antes aludidos, tal vez excepción hecha de la fragmentación del terrtorio nacional y que lo importante de sentar a las guerrillas a mesas de negociación es evidenciar la pobreza de sus argumentos algunas veces, poner en parte sobre sus hombros -y sobre sus cerebros- la responsabilidad de construir una nación cimentada en valores y principios coherentemente humanistas, inmune a futuras manipulaciones armadas; e invitarlos a batir sus ideas en un terreno democrático, donde la inteligencia colectiva sea quien determine la manera de realizar unos ideales seguramente, en el fondo, compartidos, pero que a las malas nos vamos a tardar mucho más en llevar a cabo.
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Entretanto ¿Qué no le podemos permitir los ciudadanos a los paramilitares y para-políticos? Habiendo aceptado un proceso de paz, aún inconcluso, con ellos ¿Qué contiendas pacíficas políticas, económicas y sociales tiene pendiente Colombia por librar, con el proyecto narco-paramilitar?
La interpretación hoy imperante de los diálogos del Caguán consiste en que en ellos la guerrilla se dedicó a ganar tiempo para fortalecerse, por medio de una dilatación de las conversaciones lograda a través de la solicitud de cada vez más ventajas ("garantías") finalmente capitalizadas militar y extorsivamente, dando como resultado una prolongación efectiva del conflicto. Esas negociaciones siguieron lo que se llamó un modelo de "negociación en medio de la guerra". ¿Fue un error desde el principio el haber adoptado este modelo de negociación? ¿Hay otras interpretaciones de los diálogos del Caguán que nos ayuden a entender esta etapa de carga emocional tan fuerte para los colombianos, que nos acerque mejor al desenredo de la historia futura de Colombia en el corto y largo plazo?
El error de la sociedad colombiana, creo, ha sido el no establecer como inamovible la exigencia del respeto de principios elementales de humanidad aún en medio de la guerra. Una cosa es negociar el fin de la guerra y otra cosa es permitir una guerra degradada. No creo que la cuestión esté en si "matarnos" o no más o menos "pacito". El tema está en a qué llamamos guerra, y si de negociar el fin de la guerra se trata, qué es lo negociable a partir de lo que aceptamos como guerra válida. La sociedad colombiana, masivamente, debería presionar enviando un mensaje de consenso en torno a condiciones de respeto elemental a la dignidad humana de civiles y aún de combatientes.
Ahora bien, si el ensayo del Caguán ha de enseñarnos algo, preguntas claves son:
¿Cómo sacar el terror -manipulación de civiles por miedo a la muerte y el dolor- de la guerra colombiana?
¿Cómo brindar garantías de seguridad a unos eventuales negociadores de las guerrillas sin que ello suponga poner en riesgo a los civiles -deber del estado- ni otorgarle ventajas territoriales a la guerrilla, que luego se pudiesen traducir en una prolongación efectiva del conflicto?
¿Por qué la guerrilla no acepta la propuesta llamada por el gobierno "Zona de Encuentro"? ¿Qué objeción, por ejemplo, tienen, en contra de que tales zonas para diálogos no incluyan zonas densamente pobladas? ¿Cuáles son sus argumentos, por qué nadie exige respuestas de su parte? ¿Por qué los partidarios de una "Zona de Despeje" no reconocen la propuesta del gobierno -y de la iglesia o de los países amigos- como una alternativa igualmente pacífica para el drama de los secuestrados? ¿Por qué sólo se considera pacífico obedecer las condiciones que las FARC nos quieren imponer con fusil-al-cuello- de-rehenes?
No obstante, sería por lo menos curioso que alguien te amenazara con pistola para obligarte a hacer algo que tú quieres hacer por tu propia cuenta. Por ejemplo, que alguien te obligara coactivamente a comer cuando tienes hambre. Un impulso natural de rebeldía podría llevar al amenazado a oponerse a hacer lo que se le pide a las malas como expresión de protesta o dignidad, pero a la postre, en donde no hay realmente conflicto es tonto ponerse a pelear. ¿Qué es lo que quieren las guerrillas realmente? Yo creo que ellas no lo saben muy bien. ¿Reforma agraria? ¿Mejor distribución de la riqueza? ¿Un pedazo del territorio nacional? ¿Inclusión política? ¿Eliminación de la pobreza? ¿Mejores prestaciones sociales y educación para la población? ¿Qué es lo que quieren, que haya menos discriminación de la provincia? Porque creo que todos los colombianos estamos de acuerdo en la mayoría de los grandes propósitos antes aludidos, tal vez excepción hecha de la fragmentación del terrtorio nacional y que lo importante de sentar a las guerrillas a mesas de negociación es evidenciar la pobreza de sus argumentos algunas veces, poner en parte sobre sus hombros -y sobre sus cerebros- la responsabilidad de construir una nación cimentada en valores y principios coherentemente humanistas, inmune a futuras manipulaciones armadas; e invitarlos a batir sus ideas en un terreno democrático, donde la inteligencia colectiva sea quien determine la manera de realizar unos ideales seguramente, en el fondo, compartidos, pero que a las malas nos vamos a tardar mucho más en llevar a cabo.
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Entretanto ¿Qué no le podemos permitir los ciudadanos a los paramilitares y para-políticos? Habiendo aceptado un proceso de paz, aún inconcluso, con ellos ¿Qué contiendas pacíficas políticas, económicas y sociales tiene pendiente Colombia por librar, con el proyecto narco-paramilitar?
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