gregarismo y absoluto
Siempre le he tenido sentimientos negativos al ejército, pero su existencia es necesaria. Es necesaria porque parece que sin amenazas mutuas latentes no es posible balancear una "paz mundial", por ejemplo. ¿Qué cosa hay que sea más gregaria que la estructura militar, la disciplina militar, la casi imposibilidad de no estar de acuerdo, pero al mismo tiempo, qué hay más efectivo que la cohesión absoluta de equipos de guerreros, al mando de una única voz central y la obediencia a ella hasta los límites de lo obtuso, para el logro de la sobrevivencia de un grupo en condiciones de alto peligro?
La competencia con pares es emocionante, productiva, pero su fundamento es aquella necesidad de reconocimiento, que generalmente nos enriquece, pero que rápidamente se torna en una debilidad, en otra cara del gregarismo. La competencia es un instrumento efectivo de auto-edificación, pero que explota cierto carácter infantil, cierta falencia, intranquilidad e inseguridad en la necesidad de la confirmación de otros. Necesitamos medirnos de vez en cuando, tomando a otros como unidad de referencia, compararnos.
El modelo económico vencedor de la actualidad, en general, tiene la clave de su éxito en el saber aprovechar, darle reconocimiento e institucionalizar, la expresión de los instintos básicos de agresión, que alguna vez fueron también la clave de la sobrevivencia de la especie en condiciones más hostiles. Pero esos instintos, pueden o no parecernos demasiado simples, demasiado efectivos para un propósito que ahora no tiene cabida. Vestigios desechables. Entonces, tomamos la decisión audaz de darle valor a lo que nos sirve de manera inmediata, y construímos poesía alrededor de lo dionisíaco. Más aún, postulamos que lo único intrínseco a las personas, es el egoísmo, y terminamos en simplificar de manera útil para el propósito supervivente total, la naturaleza y el espectro completo de las posibilidades realmente impredecibles (también hacia lo destructivo, claro está) del comportamiento humano.
Necesitamos conocer, no se trata de una simple inclinación casual y lúdica. Necesitamos saber, transformar el mundo para darle nuestra forma y para que satisfaga nuestros deseos. Todos nuestros deseos, incluso el sobrevivir a la transformación. Hay quien podría decir que la necesidad de transformación es más "occidental" o "judeo-cristiana", pero creo que el no saber aumenta, por lo menos la sensación de incertidumbre y ella, a su vez, generalmente nos atormenta.
No podemos vivir, sobre todo en sociedad, es decir, como humanos, tal y como corresponde a la manera como solemos pensar lo humano, sin por lo menos una noción de verdad. Ella subyace al lenguaje, es una condición de posibilidad del solo hecho de hablar o escribir, soportando la estructura de su contenido y es la motivación de su expresión. El carácter de absoluto que tiene la verdad no proviene de su "interior", sino de lo absoluto de nuestra necesidad de esa verdad. Una necesidad a veces visceral y gregaria.
Vida y muerte, son la mejor cara de lo absoluto: el deseo y el miedo absoultos.
La competencia con pares es emocionante, productiva, pero su fundamento es aquella necesidad de reconocimiento, que generalmente nos enriquece, pero que rápidamente se torna en una debilidad, en otra cara del gregarismo. La competencia es un instrumento efectivo de auto-edificación, pero que explota cierto carácter infantil, cierta falencia, intranquilidad e inseguridad en la necesidad de la confirmación de otros. Necesitamos medirnos de vez en cuando, tomando a otros como unidad de referencia, compararnos.
El modelo económico vencedor de la actualidad, en general, tiene la clave de su éxito en el saber aprovechar, darle reconocimiento e institucionalizar, la expresión de los instintos básicos de agresión, que alguna vez fueron también la clave de la sobrevivencia de la especie en condiciones más hostiles. Pero esos instintos, pueden o no parecernos demasiado simples, demasiado efectivos para un propósito que ahora no tiene cabida. Vestigios desechables. Entonces, tomamos la decisión audaz de darle valor a lo que nos sirve de manera inmediata, y construímos poesía alrededor de lo dionisíaco. Más aún, postulamos que lo único intrínseco a las personas, es el egoísmo, y terminamos en simplificar de manera útil para el propósito supervivente total, la naturaleza y el espectro completo de las posibilidades realmente impredecibles (también hacia lo destructivo, claro está) del comportamiento humano.
Necesitamos conocer, no se trata de una simple inclinación casual y lúdica. Necesitamos saber, transformar el mundo para darle nuestra forma y para que satisfaga nuestros deseos. Todos nuestros deseos, incluso el sobrevivir a la transformación. Hay quien podría decir que la necesidad de transformación es más "occidental" o "judeo-cristiana", pero creo que el no saber aumenta, por lo menos la sensación de incertidumbre y ella, a su vez, generalmente nos atormenta.
No podemos vivir, sobre todo en sociedad, es decir, como humanos, tal y como corresponde a la manera como solemos pensar lo humano, sin por lo menos una noción de verdad. Ella subyace al lenguaje, es una condición de posibilidad del solo hecho de hablar o escribir, soportando la estructura de su contenido y es la motivación de su expresión. El carácter de absoluto que tiene la verdad no proviene de su "interior", sino de lo absoluto de nuestra necesidad de esa verdad. Una necesidad a veces visceral y gregaria.
Vida y muerte, son la mejor cara de lo absoluto: el deseo y el miedo absoultos.
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