La academia en la política
Es lo que leo en Candidaturas presidenciales del tipo de Carlos Gaviria y Antanas Mockus. La Universidad tiene mucho que decir sobre la manera como Colombia es y es deseable que llegue a ser. Continuar haciéndoles seguimiento.
Esta dirección les permitirá estar enterados de los cambios del blog de Carlos Gaviria por medio de su agregador de contenidos:
http://www.carlosgaviriapresidente.net/backend.php3
Alguna vez, recién ingresado a la Universidad de los Andes, un profesor de Economía me hizo saber que en mí percibía un talante izquierdoso -hubiese preferido que hubiese dicho izquierdista sin más; Yo le respondí que lo que a mí más me da risa respecto de los economistas es que generalmente asumen posiciones ciegas, constituyéndose en sacerdotes, para los cuales, como tales, es impensable contradecir algún "decálogo" aceptado. Por ejemplo, es muy curioso escuchar a un hombre tan influyente como Juan Carlos Echeverry, defender en "Hora Veinte", programa de Caracol, algo parecido a que cualquier TLC es bueno para Colombia, y la idea de que, dado que Colombia es una economía tan insignificante comparada con el colosal y alienado mercado norteamericano, cualquier exigencia o condición impuesta por los negociadores colombianos resulta irrisoria o pretensiosa. Echeverry asume que defender sectores claves para la economía nacional y para la sociedad colombiana, por su incidencia en el conflicto interno, es necesariamente populismo. Lo curioso es que esta vez, a diferencia de lo ocurrido a principios de los noventa, en Colombia se tiene un precedente reciente con respecto al cual evaluar de manera más completa las repercusiones nocivas que puede traer para el país la aplicación ortodoxa del hoy revaluado por algunos consenso de Washington. Sin embargo, un Juan Carlos Echeverry no acierta a ver lo evidente. Temo reconocer en posiciones exaltadas y ciegas como la del señor Echeverry, la misma causa por la cual los estudiantes de Universidades públicas siempre utilizan los mismos métodos anacrónicos para reivindicar sus exigencias más sensatas, o incluso llegan a veces a forzar el conflicto incluyendo también exigencias insensatas en sus pliegos de peticiones: que pelear es emocionante; que asumir posturas claramente definidas, pero simplistas y parciales, es satisfactorio y es fuente de una sensación de sentido de la vida; que la arena ideológica es un espacio para saciar de manera aceptada las necesidades de confrontación y cohesión que tenemos los seres y grupos humanos. No hay pecado en ello, pero de esta visión se deduce lo "inofensivo" e infantil de los móviles de quienes tienen en sus manos la autoridad o el poder en el país.
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Alguna vez, recién ingresado a la Universidad de los Andes, un profesor de Economía me hizo saber que en mí percibía un talante izquierdoso -hubiese preferido que hubiese dicho izquierdista sin más; Yo le respondí que lo que a mí más me da risa respecto de los economistas es que generalmente asumen posiciones ciegas, constituyéndose en sacerdotes, para los cuales, como tales, es impensable contradecir algún "decálogo" aceptado. Por ejemplo, es muy curioso escuchar a un hombre tan influyente como Juan Carlos Echeverry, defender en "Hora Veinte", programa de Caracol, algo parecido a que cualquier TLC es bueno para Colombia, y la idea de que, dado que Colombia es una economía tan insignificante comparada con el colosal y alienado mercado norteamericano, cualquier exigencia o condición impuesta por los negociadores colombianos resulta irrisoria o pretensiosa. Echeverry asume que defender sectores claves para la economía nacional y para la sociedad colombiana, por su incidencia en el conflicto interno, es necesariamente populismo. Lo curioso es que esta vez, a diferencia de lo ocurrido a principios de los noventa, en Colombia se tiene un precedente reciente con respecto al cual evaluar de manera más completa las repercusiones nocivas que puede traer para el país la aplicación ortodoxa del hoy revaluado por algunos consenso de Washington. Sin embargo, un Juan Carlos Echeverry no acierta a ver lo evidente. Temo reconocer en posiciones exaltadas y ciegas como la del señor Echeverry, la misma causa por la cual los estudiantes de Universidades públicas siempre utilizan los mismos métodos anacrónicos para reivindicar sus exigencias más sensatas, o incluso llegan a veces a forzar el conflicto incluyendo también exigencias insensatas en sus pliegos de peticiones: que pelear es emocionante; que asumir posturas claramente definidas, pero simplistas y parciales, es satisfactorio y es fuente de una sensación de sentido de la vida; que la arena ideológica es un espacio para saciar de manera aceptada las necesidades de confrontación y cohesión que tenemos los seres y grupos humanos. No hay pecado en ello, pero de esta visión se deduce lo "inofensivo" e infantil de los móviles de quienes tienen en sus manos la autoridad o el poder en el país.
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