Aborto
Abortar es matar. Algo distinto es que pueda ser considerado legítimo matar en defensa propia, por compasión o por el más natural deseo de supervivencia en un contexto de competencia.
A veces me pregunto si una legalización es necesariamente un incentivo hacia una conducta. En lo personal no me agrada la idea de que alguien deba ir a la cárcel por alguna razón. Pero la estabilidad de la estructura social que nos soporta debe prevalecer frente a mis preferencias. ¿Legalizar la droga, por ejemplo, supone un incentivo a la drogadicción? Tendremos que seguir creciendo como nación hasta que el estado deje de ser una figura paterna, que tenga la responsabilidad de delimitar con leyes una senda cada vez más estrecha de conductas convenientes.
En lo personal, las células no me inspiran ternura, y menos las imágenes que he tenido de embriones. No obstante, también es cierto que de feto y de bebé no me parecía demasiado a como soy externamente ahora. Hace unos siglos a los bebés se les consideraba estúpidos, hoy no paramos de asombrarnos de la increíble flexibilidad cerebral de esos mismos bebés. Progresamos en una dirección para decaer en muchas otras, es un compromiso. Pienso que mi versión 84 es desde muchos puntos de vista más sorprendente que mi versión 2005, a cambio de un amplio margen de incertidumbre, estado indefenso y maleabilidad para bien y para mal. No creo que sea necesario demostrarlo, pero me encanta señalar que cualquier ser humano viene dotado de nacimiento de la capacidad de aprender cualquiera de las complejas y diversas lenguas y culturas que pueblan el planeta tierra. Ahora, no recuerdo cómo sería la experiencia de vivir dentro del útero materno. ¿Cómo saber en qué instante se enciende la consciencia? Lo único que sé es que cuando despierta, lo hace en el nivel más perfecto y poderoso que jamás puede volver a tener. Aprender significa utilizar toda ese poder y flexibilidad en algo, afianzar y esclerotizar neuronalmente patrones arbitrarios. Y también sé que el momento en el que despierta es previo al nacimiento. En beneficio de la duda, deberíamos ser por lo menos muy cautelosos con las definiciones que usemos en esta materia. Es un hecho que los niños son mucho más listos que sus mayores en edad, y de allí debería emanar el profundo respeto, casi culto, que nos merecen.
Uno de los argumentos a favor del aborto, de Héctor Abad, columnista de semana, es que a las personas no nos causa mayor dolor el suceso de un aborto natural. Me pregunto qué pasaría si fuera posible apagar a una persona. Espichar algún botón de algún dispositivo estilo control remoto de televisor, y puf, mandarla a otra dimensión, a la nada, o simplemente, dispersar sus átomos hacia el cosmos a la velocidad de la luz. Sería un asesinato sin sangre, sin rastros, muy poco traumático en general, pero asesinato al fin. Si le añadimos que en un caso particular el asesinado no fuera conocido por nadie, fuera, por ejemplo, un aficionado excesivo a los computadores que tampoco tuviera vida propia, se trataría de un asesinato perfecto. Sin rastros, sin evidencias, sin familiares que extrañen al asesinado, sería un crimen bastante peculiar. Incluso me parece que es muy probable que el asesino no sintiera mayor remordimiento de apagar a unos cuantos individuos desarraigados. Al fin y al cabo, es más fácil olvidar e ignorar lo que no deja rastros, por lo que, o por quien nadie pregunta, lo que solo uno conoce. Es más fácil ocultar un crimen mudo.
Me parece que la situación es similar aunque no igual, por supuesto a la de un aborto. Me explico: creo que un aborto natural no duele precisamente porque quien muere aún tiene lazos débiles con el resto de los seres humanos, y menos duele un aborto en las primeras semanas de embarazo porque quien muere no cuenta con el no mucho tiempo que es necesario para formar un cuerpo que pueda dejar rastro de esa muerte. Creo que Abad trata de apelar al sentido común para defender su argumento.
No me interesa demasiado en qué categoría legal deba caer el aborto. En general no estoy de acuerdo con la existencia misma de los castigos. Demasiados castigos implican tratar a las personas como tontas. Y aunque, sobre todo por nuestra tradición, a veces nos resulte muy difícil entender que las demás personas no son tontas, lo cierto es que tampoco son infalibles, ni la opinión de la mayoría o el sentido común en general es un referente válido en alguna discución.
La mejor representación de la humanidad es un bebé. Y su secreto es su potencialidad abrumadora. Mi dignidad como humano proviene de tanto lo que soy como de lo que puedo ser. Alguien dijo que ser humano es fundamentalmente no ser. Ser interrogante, incertidumbre. Un cigoto no necesita mucho más que alimento para convertirse en bebé. Y por supuesto que no soy menos humano porque necesite comer vacas y verduras para seguir viviendo. Ya saben que genéticamente hablando el juego de códigos que nos identifica está completo desde la misma fecundación y que no es lo mismo una célula embrionaria que cualquier otra célula de tejido ya diferenciado y especializado. La célula embrionaria es sorprendentemente flexible y potencial.
He opinado
A veces me pregunto si una legalización es necesariamente un incentivo hacia una conducta. En lo personal no me agrada la idea de que alguien deba ir a la cárcel por alguna razón. Pero la estabilidad de la estructura social que nos soporta debe prevalecer frente a mis preferencias. ¿Legalizar la droga, por ejemplo, supone un incentivo a la drogadicción? Tendremos que seguir creciendo como nación hasta que el estado deje de ser una figura paterna, que tenga la responsabilidad de delimitar con leyes una senda cada vez más estrecha de conductas convenientes.
En lo personal, las células no me inspiran ternura, y menos las imágenes que he tenido de embriones. No obstante, también es cierto que de feto y de bebé no me parecía demasiado a como soy externamente ahora. Hace unos siglos a los bebés se les consideraba estúpidos, hoy no paramos de asombrarnos de la increíble flexibilidad cerebral de esos mismos bebés. Progresamos en una dirección para decaer en muchas otras, es un compromiso. Pienso que mi versión 84 es desde muchos puntos de vista más sorprendente que mi versión 2005, a cambio de un amplio margen de incertidumbre, estado indefenso y maleabilidad para bien y para mal. No creo que sea necesario demostrarlo, pero me encanta señalar que cualquier ser humano viene dotado de nacimiento de la capacidad de aprender cualquiera de las complejas y diversas lenguas y culturas que pueblan el planeta tierra. Ahora, no recuerdo cómo sería la experiencia de vivir dentro del útero materno. ¿Cómo saber en qué instante se enciende la consciencia? Lo único que sé es que cuando despierta, lo hace en el nivel más perfecto y poderoso que jamás puede volver a tener. Aprender significa utilizar toda ese poder y flexibilidad en algo, afianzar y esclerotizar neuronalmente patrones arbitrarios. Y también sé que el momento en el que despierta es previo al nacimiento. En beneficio de la duda, deberíamos ser por lo menos muy cautelosos con las definiciones que usemos en esta materia. Es un hecho que los niños son mucho más listos que sus mayores en edad, y de allí debería emanar el profundo respeto, casi culto, que nos merecen.
Uno de los argumentos a favor del aborto, de Héctor Abad, columnista de semana, es que a las personas no nos causa mayor dolor el suceso de un aborto natural. Me pregunto qué pasaría si fuera posible apagar a una persona. Espichar algún botón de algún dispositivo estilo control remoto de televisor, y puf, mandarla a otra dimensión, a la nada, o simplemente, dispersar sus átomos hacia el cosmos a la velocidad de la luz. Sería un asesinato sin sangre, sin rastros, muy poco traumático en general, pero asesinato al fin. Si le añadimos que en un caso particular el asesinado no fuera conocido por nadie, fuera, por ejemplo, un aficionado excesivo a los computadores que tampoco tuviera vida propia, se trataría de un asesinato perfecto. Sin rastros, sin evidencias, sin familiares que extrañen al asesinado, sería un crimen bastante peculiar. Incluso me parece que es muy probable que el asesino no sintiera mayor remordimiento de apagar a unos cuantos individuos desarraigados. Al fin y al cabo, es más fácil olvidar e ignorar lo que no deja rastros, por lo que, o por quien nadie pregunta, lo que solo uno conoce. Es más fácil ocultar un crimen mudo.
Me parece que la situación es similar aunque no igual, por supuesto a la de un aborto. Me explico: creo que un aborto natural no duele precisamente porque quien muere aún tiene lazos débiles con el resto de los seres humanos, y menos duele un aborto en las primeras semanas de embarazo porque quien muere no cuenta con el no mucho tiempo que es necesario para formar un cuerpo que pueda dejar rastro de esa muerte. Creo que Abad trata de apelar al sentido común para defender su argumento.
No me interesa demasiado en qué categoría legal deba caer el aborto. En general no estoy de acuerdo con la existencia misma de los castigos. Demasiados castigos implican tratar a las personas como tontas. Y aunque, sobre todo por nuestra tradición, a veces nos resulte muy difícil entender que las demás personas no son tontas, lo cierto es que tampoco son infalibles, ni la opinión de la mayoría o el sentido común en general es un referente válido en alguna discución.
La mejor representación de la humanidad es un bebé. Y su secreto es su potencialidad abrumadora. Mi dignidad como humano proviene de tanto lo que soy como de lo que puedo ser. Alguien dijo que ser humano es fundamentalmente no ser. Ser interrogante, incertidumbre. Un cigoto no necesita mucho más que alimento para convertirse en bebé. Y por supuesto que no soy menos humano porque necesite comer vacas y verduras para seguir viviendo. Ya saben que genéticamente hablando el juego de códigos que nos identifica está completo desde la misma fecundación y que no es lo mismo una célula embrionaria que cualquier otra célula de tejido ya diferenciado y especializado. La célula embrionaria es sorprendentemente flexible y potencial.
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Comentarios
Entiendo que en esta materia no tiene caso arrogarse el papel protagónico de salvadores de vida o de adalides de la dignidad humana, antes bien el de apelar a la sensibilidad y a la sensatez de las personas, a la tal vez ya muy trillada pero fundamental capacidad de asombro.
Estoy de acuerdo en que cuando se plantea el aborto como problema de salud pública, lo que se considera es que aún siendo ilegal, es muy extendido, pero el carácter de ilegal solo contribuye al aumento de la probabilidad de muerte de la madre que lo es sin quererlo. La vida de la madre también es importante, y en ese sentido es mejor evitar verla como asesina; de hecho la mayoría de las veces es una jovencita desesperada. En este sentido es que no me interesa tipificar al aborto como un delito ni que esas jovencitas tengan que ir a la cárcel o pagar penas similares. No necesito sangre o atenuantes de ese deseo de crueldad, para enseñar con leyes a adultos malcriados o jóvenes descarriados. Lo trágico del delito es precisamente el peso de la no igualdad entre la infracción y la venganza. Creo que el sistema legal no debería ser una extensión de la zanahoria y el garrote domésticos, puesto que tratar a las personas como tontas, como incapaces de libertad, contribuye más a su "tontificación".
Por otro lado, también me produce un alto grado de repulsión la imagen de una mujer para la cual abortar es ya un hábito. Sin contar que esa realidad es seguramente perjudicial para su propia salud e integridad física...
También me duele imaginar un aborto propiamente, sobre todo cuando el feto está suficientemente desarrollado, independientemente del método.
Sí: Abortar es un problema de salud pública, más que de moral pública, puesto que la solución moral no es efectiva. En un aborto, el fin menos malo es aquel en el que por lo menos sobrevive la madre.
Los abortos no deberían existir, pero creo que se los combate mejor desde la educación. Ahora bien, no es muy esperanzador que los responsables de la educación de los niños de hoy sean cada vez más las industrias del entretenimiento (como si tuviésemos tanto tiempo que fuera necesario matarlo) y el esparcimiento, y los adultos a cargo de tales industrias pronuncien, babeantes, los discursos del marketing y la creación-manipulación de masas (si no fuera natural la masificación de las personas, el tratarlas como tales sí crea esa realidad).
Igual pasa con las drogas, incluídas el cigarrillo y el alcohol, por supuesto. Más estúpido que beber es perseguir a los bebedores.
Legalizar el aborto implica abaratarlo. Es decir, implica la posibilidad de que lo practiquen las mujeres de menos dinero, las mismas que suelen morir en el intento de matar a sus fetos. Personalmente no creo que el abaratamiento del aborto contribuya a incrementarlo, pero sí a la creación de industrias no clandestinas de aborto. Igual hay muchas organizaciones que se lucran con la pauperización total humana. Habría que pensar en quienes apoyan el aborto como futura fuente de ingresos... Tengo entendido que la industria del aborto a nivel mundial es muy poderosa, y tiene influencia, adiviven sobre quien, sí: sobre la televisión y los gobiernos (programas de la mismísima educación).
Lo más triste del aborto está en que, debido a que los bebés no conocen, excepto sus madres, quienes los puedan extrañar, ellos mueren sin que ello implique la formación de cadenas de venganza que desestabilicen el orden social. Además, el estado no ha invertido en ellos, por tanto se les considera menos valiosos económicamente que a cualquier adulto.
En conclusión, el panorama es desesperanzador, y la tragedia es tan grande y la muerte se enseñorea de tantas formas, a veces detrás del signo pesos y los intereses que despierta, que pareciera que, en virtud de que seguirá derramándose sangre en cualquiera de los escenarios posibles, estos resultan equivalentes. De cualquier manera, el mejor desarrollo está en las manos de las políticas de educación y en la decisión de educadores no robotizados y críticos, no en políticas de represión.
La vida, si no es apasionada, es menos vida, pero en materias delicadas es mejor asumir posiciones ponderadas.
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La efectividad puede llegar a ser brutal, y la brutalidad, efectiva; al menos eso nos enseña la naturaleza y sus métodos de selección; pero en términos humanos, la represión no funciona muy bien, o al menos no deseo que funcione muy bien.