Más sobre el elitismo
La negación del tiempo, la muerte, lo finito, el cambio y el movimiento son taras que le debemos al legado hispano-católico que aún hoy pervive en nuestra cultura.
Parte de la negación del movimiento tiene que ver con el interés de impedir que se realice una efectiva movilidad social. Al menos cierta malicia elemental nos lleva a hacer esa clase de suposiciones. No hay algo que me comunique con la defensa de ese tipo de intereses particulares y hasta mezquinos. Creo que el tener altas nociones estéticas implica fundamentalmente una necesaria y constante búsqueda del refinamiento como forma de vida. Me parece importante esa clase de refinamiento como principio de cada vez más elaboradas nociones éticas. Me interesa el legado hispano-católico como inspiración del texto implícito en los criterios tradicionales que guían nuestras nociones de "buen gusto".
El "buen gusto", cuando es usado como argumento en el cual refugiar las propias necesidades de afirmación, es solo una expresión más de aquel viejo y recurrente problema humano de inseguridad frente al otro, la alteridad. Aquella fuente interesantísima de inconsistencias y ambivalencias.
La libertad, el pluralismo, la participación, la equidad, el combate de los dogmatismos y las intolerancias, son metas sumamente deseables y complicadas, que todos debemos comprometernos en contribuir a alcanzar, tanto en el plano personal como en el político, pero que la mayoría de las veces terminan siendo vulgarmente usadas como herramienta de manipulación de masas, un jugar bajo con las aspiraciones materiales de la gente.
El problema que tenemos con el mercado o el dinero, como buenos occidentales, es que parece que solo pudiéramos tener una de dos posiciones frente a él: Satanizarlo o encenderle velitas. Es patético asistir a los sermones de esos profetas del mercado, que postulan ante todos los vientos que "lo natural" en el hombre es ser egoísta. Perfecto, ¿Cómo es que esos curas seculares no se fijan en que la especie humana no puede vivir sino en combos, o en que la cooperación también ha resultado en una estrategia ganadora en la lucha por la supervivencia?
Evidentemente tenemos un compromiso con este país, necesitamos trabajar, aprender incluso de la eticidad protestante, que tantos rendimientos le ha devengado al país del norte. Por ejemplo, dejar de ver en el trabajo un castigo divino, y empezar a verlo como una oportunidad de realización personal. Reconocernos como sujetos de una sexualidad aceptada. Buscar saber cada vez más y mejor, acumular conocimiento. Pero es necesario que permanezcamos atentos a la trivialización progresiva que cada día invade más profundamente los espacios en los que vivimos, y que tiene que ver con la reducción de todas las realidades a la única lógica admitida en el momento.
Parte de la negación del movimiento tiene que ver con el interés de impedir que se realice una efectiva movilidad social. Al menos cierta malicia elemental nos lleva a hacer esa clase de suposiciones. No hay algo que me comunique con la defensa de ese tipo de intereses particulares y hasta mezquinos. Creo que el tener altas nociones estéticas implica fundamentalmente una necesaria y constante búsqueda del refinamiento como forma de vida. Me parece importante esa clase de refinamiento como principio de cada vez más elaboradas nociones éticas. Me interesa el legado hispano-católico como inspiración del texto implícito en los criterios tradicionales que guían nuestras nociones de "buen gusto".
El "buen gusto", cuando es usado como argumento en el cual refugiar las propias necesidades de afirmación, es solo una expresión más de aquel viejo y recurrente problema humano de inseguridad frente al otro, la alteridad. Aquella fuente interesantísima de inconsistencias y ambivalencias.
La libertad, el pluralismo, la participación, la equidad, el combate de los dogmatismos y las intolerancias, son metas sumamente deseables y complicadas, que todos debemos comprometernos en contribuir a alcanzar, tanto en el plano personal como en el político, pero que la mayoría de las veces terminan siendo vulgarmente usadas como herramienta de manipulación de masas, un jugar bajo con las aspiraciones materiales de la gente.
El problema que tenemos con el mercado o el dinero, como buenos occidentales, es que parece que solo pudiéramos tener una de dos posiciones frente a él: Satanizarlo o encenderle velitas. Es patético asistir a los sermones de esos profetas del mercado, que postulan ante todos los vientos que "lo natural" en el hombre es ser egoísta. Perfecto, ¿Cómo es que esos curas seculares no se fijan en que la especie humana no puede vivir sino en combos, o en que la cooperación también ha resultado en una estrategia ganadora en la lucha por la supervivencia?
Evidentemente tenemos un compromiso con este país, necesitamos trabajar, aprender incluso de la eticidad protestante, que tantos rendimientos le ha devengado al país del norte. Por ejemplo, dejar de ver en el trabajo un castigo divino, y empezar a verlo como una oportunidad de realización personal. Reconocernos como sujetos de una sexualidad aceptada. Buscar saber cada vez más y mejor, acumular conocimiento. Pero es necesario que permanezcamos atentos a la trivialización progresiva que cada día invade más profundamente los espacios en los que vivimos, y que tiene que ver con la reducción de todas las realidades a la única lógica admitida en el momento.
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