Credo personal
Creo en tí, en tus ojos, en tu sonrisa, recreadora de lo visible y lo invisible de mi personalidad.
Creo en el mundo que tu interpretación me permite comprender, habitar y amar.
Creo en el ser humano, en su posibilidad de transformación, en sus instintos, sus múltiples racionalidades y en la tensión que, proveniente de sus contradicciones, lo impulsa a crear relaciones cada vez más complejas entre los elementos que constituyen su mundo creciente.
Creo en la incertidumbre, lo fructífero de las esferas límite, el cambio, la violencia, la contradicción, como orígenes de todo orden y norma social.
Creo en la posibilidad de conocimiento humano, que desborda los límites que impone el método científico de la modernidad.
Creo en la necesidad de la construcción de todos sociales absolutamente volcados hacia el principio que lo nutre, lo constituye y lo fecunda de posibilidades: el individuo.
Creo en la conexión de los seres humanos, la responsabilidad vista en sentido amplio.
Creo en el amor, el perdón, la posibilidad de regeneración de las personas, su capacidad de aprendizaje, sacrificio, su constante imitación mutua, sus profundas necesidades de reconocimiento, y la maximización de las calidades de ese reconocimiento en los escenarios de la lucha.
Creo que el amor satisface necesidades humanas profundas, poderosas y ancestrales, y que su verbalización e institucionalización pueden llevar a la esclerotización de su flujo, a la distribución demasiado fácil y genérica de lo valioso, a la posibilidad de dominación por la vía de la manipulaición del deseo de unidad y armonía.
No creo en la complejidad por la complejidad, ni en la simplicidad por la simplicidad. No creo ni en lo fácil ni en lo difícil; sino en la necesidad de realizar lo deseable que se es capaz de concebir.
Creo en las tradiciones que conservan su vigencia, en un futuro que es consciente de las trayectorias que lo soportan, y en un presente estudioso, decidido y apasionado.
Creo en la mezcla cultural, la impureza, la confrontación de ideas que se contradicen unas a otras, la negación como fuente de comprensión, la síntesis y el contacto entre versiones divergentes.
Creo en la variabilidad de las posiciones humanas, y en el enriquecimiento que se da cada vez que al menos dos visiones distintas de un mundo que no es único, se encuentran y se estudian.
Creo que la sincronización de diálogos tolerantes, portadores de una tensión generadora, la realización de conversaciones inteligentes, es un logro no gratuito, una elaboración sorprendente, una creación que habla bien de nuestra especie.
Creo en la necesidad humana de espacios sagrados, el valor total, lo incondicionado, lo absoluto, y en el compromiso de constantemente poner a prueba la calidad de las propias fuentes de certeza.
Creo en los dioses y certezas que me animan a constituirme en una auténtica fuente de incertidumbre fecunda.
Creo en la libertad, como ejercicio constante que nos permite revelarnos en contra de la tiranía de las determinaciones poderosas que en todo momento nos enmarcan; un logro de quienes la pelean todos los días, comenzando por la examinación y evaluación de las propias premisas; Un ejercicio a la vez agotador y reconfortante.
Creo en la grandeza de la consciencia, que es capaz de salir de su propia perspectiva y experimentar, por ejemplo, la reflexión sicológica.
Creo en la naturaleza, en mi naturaleza, y en la equivalencia entre su maldad y su bondad, su carácter ajeno a cualquier juicio moral.
Creo en que siempre serás mucho mejor y mucho peor de lo que jamás podré imaginar ni predecir.
Creo en la visión no tenebrosa de la muerte, amo mi propia materialidad.
Creo en las acciones que se reconocen justas sin la necesidad de promesas de pago multiplicativo (o exponencial) futuro de mermelada sagrada o terrenal, en el corto, mediano, largo o eterno plazo.
Crearé mis objetos de creencia, de tu mano, hasta la última bocanada de aire, agua y tierra, que me sea dado consumir para alimentar mis combustiones.
Amén.
Creo en el mundo que tu interpretación me permite comprender, habitar y amar.
Creo en el ser humano, en su posibilidad de transformación, en sus instintos, sus múltiples racionalidades y en la tensión que, proveniente de sus contradicciones, lo impulsa a crear relaciones cada vez más complejas entre los elementos que constituyen su mundo creciente.
Creo en la incertidumbre, lo fructífero de las esferas límite, el cambio, la violencia, la contradicción, como orígenes de todo orden y norma social.
Creo en la posibilidad de conocimiento humano, que desborda los límites que impone el método científico de la modernidad.
Creo en la necesidad de la construcción de todos sociales absolutamente volcados hacia el principio que lo nutre, lo constituye y lo fecunda de posibilidades: el individuo.
Creo en la conexión de los seres humanos, la responsabilidad vista en sentido amplio.
Creo en el amor, el perdón, la posibilidad de regeneración de las personas, su capacidad de aprendizaje, sacrificio, su constante imitación mutua, sus profundas necesidades de reconocimiento, y la maximización de las calidades de ese reconocimiento en los escenarios de la lucha.
Creo que el amor satisface necesidades humanas profundas, poderosas y ancestrales, y que su verbalización e institucionalización pueden llevar a la esclerotización de su flujo, a la distribución demasiado fácil y genérica de lo valioso, a la posibilidad de dominación por la vía de la manipulaición del deseo de unidad y armonía.
No creo en la complejidad por la complejidad, ni en la simplicidad por la simplicidad. No creo ni en lo fácil ni en lo difícil; sino en la necesidad de realizar lo deseable que se es capaz de concebir.
Creo en las tradiciones que conservan su vigencia, en un futuro que es consciente de las trayectorias que lo soportan, y en un presente estudioso, decidido y apasionado.
Creo en la mezcla cultural, la impureza, la confrontación de ideas que se contradicen unas a otras, la negación como fuente de comprensión, la síntesis y el contacto entre versiones divergentes.
Creo en la variabilidad de las posiciones humanas, y en el enriquecimiento que se da cada vez que al menos dos visiones distintas de un mundo que no es único, se encuentran y se estudian.
Creo que la sincronización de diálogos tolerantes, portadores de una tensión generadora, la realización de conversaciones inteligentes, es un logro no gratuito, una elaboración sorprendente, una creación que habla bien de nuestra especie.
Creo en la necesidad humana de espacios sagrados, el valor total, lo incondicionado, lo absoluto, y en el compromiso de constantemente poner a prueba la calidad de las propias fuentes de certeza.
Creo en los dioses y certezas que me animan a constituirme en una auténtica fuente de incertidumbre fecunda.
Creo en la libertad, como ejercicio constante que nos permite revelarnos en contra de la tiranía de las determinaciones poderosas que en todo momento nos enmarcan; un logro de quienes la pelean todos los días, comenzando por la examinación y evaluación de las propias premisas; Un ejercicio a la vez agotador y reconfortante.
Creo en la grandeza de la consciencia, que es capaz de salir de su propia perspectiva y experimentar, por ejemplo, la reflexión sicológica.
Creo en la naturaleza, en mi naturaleza, y en la equivalencia entre su maldad y su bondad, su carácter ajeno a cualquier juicio moral.
Creo en que siempre serás mucho mejor y mucho peor de lo que jamás podré imaginar ni predecir.
Creo en la visión no tenebrosa de la muerte, amo mi propia materialidad.
Creo en las acciones que se reconocen justas sin la necesidad de promesas de pago multiplicativo (o exponencial) futuro de mermelada sagrada o terrenal, en el corto, mediano, largo o eterno plazo.
Crearé mis objetos de creencia, de tu mano, hasta la última bocanada de aire, agua y tierra, que me sea dado consumir para alimentar mis combustiones.
Amén.
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