Recuerdo
La seriedad con que me intentas prevenir de este mundo sucio y la gravedad con que me pides que desconfíe, que deje de asumir que todo el mundo es bueno, son para mí las mejores pruebas de tu ternura e inocencia ¿Cómo explicarte que esos tus ojos saltarines me hablan muy bien de la gente, que tus preocupaciones y palabras son prueba para mí de que las personas en general tienen más de una maravilla por enseñarme o que tu sola presencia es signo de un horizonte humano claro y prometedor? No, niña, yo me aferro a mis candideces después de la experiencia de lo sórdido, el tipo de imágenes que ambos hemos visto y sólo tú has palpado.
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