Moncayo, despejes y acuerdos
Debo confesar que el drama de las familias de los secuestrados es un problema frente al cual no sé qué hacer ni qué decir. Cada vez que Colombia manifiesta su dolor en torno al secuestro se hace evidente que la nación como un todo tampoco lo sabe. El despeje, por ejemplo, nos divide mucho. El reto en estos momentos está en ponernos de acuerdo.
Personalmente me sorprende que todo el mundo dé por supuesto que las guerrillas están exentas de dar razones o explicaciones por sus actos o sus demandas. Si al gobierno se le pregunta que por qué se niega a la realización de un despeje, el gobierno expone sus razones. Pero a la guerrilla pareciera que nadie le EXIGE que explique por qué un despeje es necesario para pactar un intercambio de rehenes por guerrilleros, o para hablar de paz si ese es el verdadero alcance deseado. A mí me parece que para hablar no se necesita despejar nada: bastante hablan los "cancilleres" de las FARC en muchas partes del mundo. En ese contexto, me toca suponer que:
* Las farc necesitan, por alguna razón, una mesa puesta en territorio colombiano para iniciar conversaciones de cualquier naturaleza y que en consecuencia, el despeje es una garantía de seguridad para los representantes de esa guerrilla que acudieran a tal mesa.
* Las farc quieren hablar de paz pero en un entorno que les sea favorable. Es la manera como interpreto su insistencia en el despeje. No sólo está el tema del reconocimiento político que un despeje implica sino el sólo hecho de estar sentadas frente al gobierno colombiano para hablar de lo que se les ocurra. Supongo que empezarían a hablar de nuevo de justicia social, en un acto detestable que consiste en que unas organizaciones de una bajeza increíble, violadoras de los principios de humanidad más elementales, se apropian de discursos loables que nos pertenecen y por los cuales estamos decididos a trabajar con todas nuestras fuerzas.
Suponiendo que obtuviésemos razones suficientes que sustenten un despeje yo diría que aceptaría un despeje con la condición de que la desmilitarización también fuese guerrillera. El estado no puede permitir que sus ciudadanos queden a merced de la voluntad sicópata de organizaciones armadas, ilegítimas, autistas y acomplejadas. Los países amigos podrían ser la garantía de que Pradera y Florida se convirtieran en una zona libre de armas y secuestros. No sé si un escenario tal sea realizable y, como diría el ELN, verificable.
Tenemos autoridad suficiente para EXIGIR la liberación incondicional de todos los secuestrados, los miles de secuestrados en Colombia, no sólo las decenas etiquetadas por las farc como "canjeables", pero estamos hablando con delincuentes. Tal vez por ello no darán razones de nada aunque las exijamos y nos mostrarán sus fusiles a cambio como única razón suficiente, enrostrándonos la fuerza insípida de sus balas y la posibilidad que tienen de esconderse en las selvas de Colombia.
El domingo pasado, en la plaza de Bolívar, el profesor Moncayo nos dijo a un grupo de personas a su alrededor algo así como "Duramos cinco años discutiendo que si de lo que se trataba era de un acuerdo humanitario o de un intercambio humanitario. La conclusión fue que no se podía hablar de intercambio o canje porque los secuestrados no son mercancías. Ahora la discusión se centra en si se necesita una zona de despeje o una zona de encuentro. A las familias, a los padres de familia de los secuestrados sólo nos interesa tener a nuestros hijos de vuelta".
Se dice que la actividad del secuestro por parte de las guerrillas se vería incentivada si la premiamos con despejes. Ceder frente al chantaje sería entonces lanzar un mensaje que invitaría a las FARC a seguir secuestrando. Si obtuviésemos por la vía de las exigencias de las farc la libertad de los 50 secuestrados "políticos", entonces estaríamos poniendo en peligro la libertad y la vida del resto de los colombianos. Planteado así aparece un conflicto entre 50 vidas y las de millones de colombianos. Me da rabia tener que admitir que prevalece el interés colectivo. Para mí los conflictos de intereses individuo-colectivo o particular-general no tienen necesariamente que resolverse siempre en favor del interés colectivo o general y creo que este es el caso en el problema que nos aqueja en estos momentos. Prefiero pensar que todos tenemos claro que no es el gobierno el que secuestra, que ninguna situación de inequidad justifica los crímenes de lesa humanidad como el secuestro y que la superioridad moral de quien está dispuesto incluso a hacer concesiones a cambio de obtener de vuelta a los suyos, a los nuestros, y de esa manera hacer cesar el dolor largo y profundo de muchas familias colombianas, es un valor importante que jugaría en favor del gobierno colombiano.
Algunos analistas han puesto sobre el tapete el conflicto entre razones de estado y razones de humanidad que el drama humanitario de los secuestrados pone sobre el tapete. Creo que tienen razón en plantear este conflicto entre razones colectivas y razones supuestamente particulares. Y digo "supuestamente" porque el secuestro nos debe doler a todos los colombianos y de hecho nos duele mucho. No somos fascistas, para nosotros lo vale todo cada una de las vidas de los colombianos. Ese postulado nos puede significar algunas desventajas militares, pero está bien concederlas si con ello preservamos la moral, el orgullo de quien respeta principios elementales de humanidad.
Precisamente por ello la guerrilla seguramente ofrecerá muchas resistencias a pactar cualquier cosa con el presente gobierno, dado que ello implicaría concederle una victoria política. Por ello también, el activismo del gobierno, de la sociedad colombiana y de otras naciones en favor del intercambio humanitario es necesario en la medida en que transparenta cada vez más la magnitud de la crueldad de las farc. Hagamos preguntas, EXIJAMOS respuestas, cuestionemos, presionemos, sigamos gritando, trabajando y pensando, porque lo único que no podemos hacer en escenarios tan extremos es quedarnos quietos.
Las FARC se merecen nuestro odio y cosas peores, pero la justicia no está en darle a cada cual lo que se merece; para mí la justicia deber ser algo más "proactivo" -a mí tampoco me gusta esa palabra- y la historia debe ser algo más que encadenamientos de reacciones. A las farc debemos dispararles masivamente preguntas y propuestas, iniciativas y acciones, enfrentarlas con la entereza unánime de nuestro repudio y rechazo, sin olvidarnos jamás de quiénes somos y qué representamos dentro del conflicto colombiano: Somos la democracia, imperfecta pero democracia al fin. Y como dice el señor J. C. Echeverry: La democracia se mejora con más democracia, no con menos.
Personalmente me sorprende que todo el mundo dé por supuesto que las guerrillas están exentas de dar razones o explicaciones por sus actos o sus demandas. Si al gobierno se le pregunta que por qué se niega a la realización de un despeje, el gobierno expone sus razones. Pero a la guerrilla pareciera que nadie le EXIGE que explique por qué un despeje es necesario para pactar un intercambio de rehenes por guerrilleros, o para hablar de paz si ese es el verdadero alcance deseado. A mí me parece que para hablar no se necesita despejar nada: bastante hablan los "cancilleres" de las FARC en muchas partes del mundo. En ese contexto, me toca suponer que:
* Las farc necesitan, por alguna razón, una mesa puesta en territorio colombiano para iniciar conversaciones de cualquier naturaleza y que en consecuencia, el despeje es una garantía de seguridad para los representantes de esa guerrilla que acudieran a tal mesa.
* Las farc quieren hablar de paz pero en un entorno que les sea favorable. Es la manera como interpreto su insistencia en el despeje. No sólo está el tema del reconocimiento político que un despeje implica sino el sólo hecho de estar sentadas frente al gobierno colombiano para hablar de lo que se les ocurra. Supongo que empezarían a hablar de nuevo de justicia social, en un acto detestable que consiste en que unas organizaciones de una bajeza increíble, violadoras de los principios de humanidad más elementales, se apropian de discursos loables que nos pertenecen y por los cuales estamos decididos a trabajar con todas nuestras fuerzas.
Suponiendo que obtuviésemos razones suficientes que sustenten un despeje yo diría que aceptaría un despeje con la condición de que la desmilitarización también fuese guerrillera. El estado no puede permitir que sus ciudadanos queden a merced de la voluntad sicópata de organizaciones armadas, ilegítimas, autistas y acomplejadas. Los países amigos podrían ser la garantía de que Pradera y Florida se convirtieran en una zona libre de armas y secuestros. No sé si un escenario tal sea realizable y, como diría el ELN, verificable.
Tenemos autoridad suficiente para EXIGIR la liberación incondicional de todos los secuestrados, los miles de secuestrados en Colombia, no sólo las decenas etiquetadas por las farc como "canjeables", pero estamos hablando con delincuentes. Tal vez por ello no darán razones de nada aunque las exijamos y nos mostrarán sus fusiles a cambio como única razón suficiente, enrostrándonos la fuerza insípida de sus balas y la posibilidad que tienen de esconderse en las selvas de Colombia.
El domingo pasado, en la plaza de Bolívar, el profesor Moncayo nos dijo a un grupo de personas a su alrededor algo así como "Duramos cinco años discutiendo que si de lo que se trataba era de un acuerdo humanitario o de un intercambio humanitario. La conclusión fue que no se podía hablar de intercambio o canje porque los secuestrados no son mercancías. Ahora la discusión se centra en si se necesita una zona de despeje o una zona de encuentro. A las familias, a los padres de familia de los secuestrados sólo nos interesa tener a nuestros hijos de vuelta".
Se dice que la actividad del secuestro por parte de las guerrillas se vería incentivada si la premiamos con despejes. Ceder frente al chantaje sería entonces lanzar un mensaje que invitaría a las FARC a seguir secuestrando. Si obtuviésemos por la vía de las exigencias de las farc la libertad de los 50 secuestrados "políticos", entonces estaríamos poniendo en peligro la libertad y la vida del resto de los colombianos. Planteado así aparece un conflicto entre 50 vidas y las de millones de colombianos. Me da rabia tener que admitir que prevalece el interés colectivo. Para mí los conflictos de intereses individuo-colectivo o particular-general no tienen necesariamente que resolverse siempre en favor del interés colectivo o general y creo que este es el caso en el problema que nos aqueja en estos momentos. Prefiero pensar que todos tenemos claro que no es el gobierno el que secuestra, que ninguna situación de inequidad justifica los crímenes de lesa humanidad como el secuestro y que la superioridad moral de quien está dispuesto incluso a hacer concesiones a cambio de obtener de vuelta a los suyos, a los nuestros, y de esa manera hacer cesar el dolor largo y profundo de muchas familias colombianas, es un valor importante que jugaría en favor del gobierno colombiano.
Algunos analistas han puesto sobre el tapete el conflicto entre razones de estado y razones de humanidad que el drama humanitario de los secuestrados pone sobre el tapete. Creo que tienen razón en plantear este conflicto entre razones colectivas y razones supuestamente particulares. Y digo "supuestamente" porque el secuestro nos debe doler a todos los colombianos y de hecho nos duele mucho. No somos fascistas, para nosotros lo vale todo cada una de las vidas de los colombianos. Ese postulado nos puede significar algunas desventajas militares, pero está bien concederlas si con ello preservamos la moral, el orgullo de quien respeta principios elementales de humanidad.
Precisamente por ello la guerrilla seguramente ofrecerá muchas resistencias a pactar cualquier cosa con el presente gobierno, dado que ello implicaría concederle una victoria política. Por ello también, el activismo del gobierno, de la sociedad colombiana y de otras naciones en favor del intercambio humanitario es necesario en la medida en que transparenta cada vez más la magnitud de la crueldad de las farc. Hagamos preguntas, EXIJAMOS respuestas, cuestionemos, presionemos, sigamos gritando, trabajando y pensando, porque lo único que no podemos hacer en escenarios tan extremos es quedarnos quietos.
Las FARC se merecen nuestro odio y cosas peores, pero la justicia no está en darle a cada cual lo que se merece; para mí la justicia deber ser algo más "proactivo" -a mí tampoco me gusta esa palabra- y la historia debe ser algo más que encadenamientos de reacciones. A las farc debemos dispararles masivamente preguntas y propuestas, iniciativas y acciones, enfrentarlas con la entereza unánime de nuestro repudio y rechazo, sin olvidarnos jamás de quiénes somos y qué representamos dentro del conflicto colombiano: Somos la democracia, imperfecta pero democracia al fin. Y como dice el señor J. C. Echeverry: La democracia se mejora con más democracia, no con menos.
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